Una película Perfumada
Tarzán con aroma silvestre y sonetos cultos de Berho
No, ya sé que se ha logrado transmitir aromas, simultáneamente a las imágenes, en la TV de vanguardia.
Pero… no, no es a esto a lo que pienso aludir, porque en el Cine-Teatro “Coliseo”, de nuestro viejo Chaves, allá por el cuarenta y tantos, no habíamos alcanzado esta tecnología, pero… casi, casi.
Jueves, función de Ronda, a las 18 horas. ¡Tarzán de los Monos!
¿Quién se la perdía, entre el público de 10 a 14 años?
Desafortunadamente, habíamos invertido ya nuestras finanzas en otras opciones atrayentes (revista Patoruzú, figuritas “Starosta”, cuerdas para la guitarra de Emilito, etc.).
Así que, siendo las 13 horas, decidimos acudir a la generosa naturaleza pampeana, que nos proveería los medios para pagar las entradas.
Emilito (Emilio Accornero)
Beto (Norberto Furlani)
Osvaldo (futuro autor de Chaverias)
Salimos por el aún novedoso pavimento de la avenida Necochea (Actual San Martín) en dirección al Matadero Municipal.
El propósito era llegar a los campos cercanos, donde hoy está la estación de alta tensión que entonces era “el monte de Lagar” y la “Laguna de Mitre”, por el repecho de “las cuatro esquinas”.
Ibamos de cacería, ilusionados que con las pieles que acopiaríamos, solventaríamos las entradas del cine.
Una honda gomera, una boleadora de alambre, y el rifle de aire comprimido que su padrino, don Atilio Renzi (el mondonguero) le había regalado a Emilito, mas los sendos cuchillos, que como buenos camperos, portábamos, eran nuestro arsenal.
Pero, entre que “a un zorro le pegamos en la cola”, una liebre “se nos escapó pero le hicimos volar la felpa”, y al hurón, cuyos descendientes todavía viven en la barranquita del camino a las cuatro esquinas “casi lo cazamos”, se hizo prudente pegar la vuelta.