Una vez más Chaverías convida a sus amables lectores a un viaje imaginario en el “espacio-tiempo” por esta tierra sureña y bonaerense.
Proponemos este turismo sin molestias ni peligros, pues tripular esta “máquina del tiempo” sólo demanda el esfuerzo de su lectura.
Guía del insólito recorrido, Chaverías, pecando de atrevida, se oferta como “baqueana” idónea para esta excursión por “las rastrilladas del pasado” entre papeles y relatos, al fin no tan vetustos, pues ¿qué son 153 años para el devenir histórico?
Este poco habitual conocimiento no conlleva méritos. Estos pertenecen a laboriosos investigadores que nos precedieron, a los autores del estudio y conservación de los escasos documentos, a los parcos relatos de contemporáneos y a actores de los hechos, que desbrozaron el camino.
Si acaso un espíritu “matrero y aindiado” se hubiera colado, difuso y subjetivo, la culpa es de Chaverías; algo se tenía que contagiar en tan larga convivencia.
Confesamos que nos apasionan los misterios de la filosofía dela Historia.¿Cuál es su objetivo, si lo tiene? ¿Su ilusión de una lucecita en el oscuro túnel, su irreversibilidad, su sincronismo y diacronismo, su tejer de Penélope…? Pero ¡Ya basta! Salgamos de terrenos que nos quedan grandes. Ciñámonos, parroquialmente, a las instrucciones concisas de las maestras primarias chaveras, cuando nos enseñaron la materia, hace 70 años.
Ellas dividían dos grandes períodos, la prehistoria y al aparecer los documentos escritos, empezaba la historia. No recuerdo que mencionaran la proto-historia, ni periodos intermedios.
Nos inculcaron también que para instalarnos en el relato, era necesario armar un trípode.
Entonces para efectuar este viaje y evitar que nos aplacen, seguiremos las instrucciones de las queridas viejas maestras.
Una de las patas del “trípode” es el espacio, procedamos a delimitarlo.
Como durante esta excursión los límites del partido de Chaves eran inexistentes, abarcaremos toda nuestra región.
Nos desplazaremos pues por ese espacio vagoroso entre las sierras de Tandilia y la costa atlántica hasta Bahía Blanca y Sierras dela Ventanay circunstancialmente un poco más allá, por las salinas y montes deLa Pampay lagunas del Carhué.
La segunda pata del trípode es la gente (los seres humanos). Sin ellos, obviamente, no hay relato posible.
¡Vaya que es elemento escaso, la población! Por estas coordenadas del espacio-tiempo, excluyendo la virreinal y lejana “Carmen de Patagones”, la joven Republica sólo ha podido crear las poblaciones de Tandil, Azul y Bahía Blanca, y tal cual estancia o posta, avanzadas arriesgadamente
Separado dela ConfederaciónArgentina, el “estado de Buenos Aires”, liberal, ex unitario, ha perdido aquel dominio parcial del desierto, que obtenía bien o mal Rosas, con su política indígena.
Tampoco lograron agregar población, salvo el fiasco de la “colonia militar agrícola de Nueva Roma”, donde se intentó ubicar a los mercenarios italianos, aliados garibaldinos del exilio montevideano, compinches masónicos de Mitre.
Estos “colonos” asesinaron a su tiránico jefe, Olivieri, y se terminó la agricultura en la zona, salvo la que realizaban en sus toldos, florecientemente, los “salvajes” de Calfucurá.
Con esta “mano de obra desocupada” Mitre y Sarmiento formaron la “Legión Militar Bahía Blanca”;la Legiónextranjera que con los Paunero, Conesa, Machado, Sandes y otros, fueron autoras de los exterminios de indígenas, gauchos, montoneras, opositores y del pueblo paraguayo.
Los habitantes originarios, aunque disminuidos ya, sin abandonar la región, se concentran más en la parte oeste, salvo las “tribus amigas” de Tapalqué y Azul.
Aquellos auténticos “pampas”, “serranos” y tehuelches primigenios, cazadores y guerreros de los legendarios jefes Cangapol, Chocorí-Ancafilu, el Viejo Lincon, Quiñehual, etc. ya muy mezclados con mapuches chilenos, han evolucionado hasta este conglomerado de pastores, artesanos, comerciantes, agricultores, guerreros maloneadores, trabajadores esporádicos… que a no ser por la cohesión social de fuertes cacicazgos diplomáticos y políticos, ya poco se diferenciarían de los campesinos criollos.
¡Qué momento histórico desaprovechado! ¡Qué simple hubiera sido su incorporación a la nación en igualdad! Pero fue imposible que la realizaran los liberales excluyentes porteños, y con la claudicación posterior de Urquiza perdieron los nativos su oportunidad, que habían iniciado con Calfucurá y los ranqueles, de incorporarse como provincia indígena ala ConfederaciónArgentina.
Nuestra zona, en este momento histórico, ya pasado el periodo rosista, es “el desierto” por antonomasia. Enorme despoblado en disputa, está temporalmente en recuperación por los indígenas que jaquean a las tropas porteñas.
Y llegamos así a las tercera y última pata del trípode: “el tiempo” (la fecha).
Vamos a aprovechar para indagar el momento concreto en que nuestra zona se empezaba a incorporar a la civilización moderna, o sea a partir de nuestro tardío ingreso a la historia (cuando como querían nuestras maestras, ya contamos con documentos escritos) y me permitirán seleccionar para nuestra zona, los fines del años 1857 y el año 1858, sí, ¡Véase que tardíamente ingresamos a la historia! ¡Cuantos milenios duró nuestra prehistoria! Unos 12.000 años comprobados por carbono 14. También hay dos siglos más que podemos considerar como protohistoria, pues los documentos son esporádicos aumentando paulatinamente las escasas referencias.
Desde Juan de Garay, viajeros coloniales, jesuitas, expediciones salineras, cacerías de vacas y baguales, fundaciones de Patagones, Bahía Blanca, Tandil, mensuras de tierras y su ocupación en tiempos de Rosas, relatos de viaje de Charles Darwin y de Alcides D´Orbigni y otros, el despoblamiento y retroceso de la frontera después de Caseros.
La recuperación indígena y su contención por el gobierno de Valentín Alsina, iniciados con el combate de “Cristiano Muerto”, el 1° de Noviembre de 1857, precisamente en el actual partido de Gonzales Chaves, que marca nuestra entrada ya definitiva en la historia.
Desde esa fecha, nos aguardan todavía 20 años de lucha fraticida con nuestros indígenas, los gigantescos malones de 1870 y 1876 y batallas como las de Parahuil,La Tigra, San Carlos y otras menores.
¡Mucha sangre se derramó en nuestra tierra! ¡Mucha podía haberse evitado! Pero la historia tiene la condición de irreversible.
Aunque siempre, los sobrevivientes, pueden empezar una vida nueva.
No demoremos más, viajeros de la historia, suban pues a la máquina del tiempo, que ya está lista.
Equipada con los mayores adelantos de la electrónica podremos copiar escritos, diarios, correspondencia, comunicaciones y partes militares y presenciar sucesos y paisajes sin ser detectados por los contemporáneos, pues nos desplazaremos por una dimensión paralela que nos hace invisibles, para no alarmarlos ni producir disturbios que cambien el acontecer de los sucesos. ¡A bordo pues!
Orientamos el timón al paraje de Tapalqué viejo donde acatando su reciente tratado con el gobernador de Buenos Aires, Valentín Alsina, acampan las tribus de Catriel y Cachul.
Encontramos las tolderías ya ubicadas en los potreros de Nievas, cerca del Azul. Miren ese anciano obeso e imponente, uniformado de coronel. Es el “Lonco Buta”, el cacique Catriel “El viejo”. Militarizados por el tratado, lo rodean Cachul, su segundo, y otros “Inaloncos” (capitanejos) con el grado de capitán, que así como en tiempos de Rosas vistieron el chiripá rojo y el gorro de manga de los federales, ahora se les confirió la bombacha grancé y la blusa azul, con las insignias de su grado, quepis de guardia nacional, botas, sable y percibirán los sueldos de su clase.
A los trescientos mocetones de lanza, se los uniformó con chiripá y camiseta azul, sombrero, poncho y alpargatas, y deberán ajustarse al reglamento militar. ¿Lo lograrán?
El cacique mayor Catriel, arengando a los suyos, “les aconseja que se porten bien y no lo hagan quedar mal con el “Troquiquelu”, el gobierno porteño”.
Pero pesada como una lápida, está la incomprensión eurocivilizada, que tiene sus raíces materiales en la explotación económica y el ansia de despojo de las ricas tierras y el prejuicio racial, que aún perdura hasta nuestra época. Veamos sino:
En enero de 1961, decreta el Senado dela Nacióneditar por la imprenta del Congreso, mil ejemplares de la obra “El ejército de Operaciones del Sud y la batalla de Pigüé”, para ser distribuidos en las entidades culturales del país.
De él transcribimos este párrafo que expresa la opinión del autor, don Ernesto Eugenio Monferrán y Monferrán, retirado de la armada nacional.
“¡cuan cara resultaba al gobierno la sumisión de los “indios amigos” y cuantas amarguras tenía que pasar el soldado nacional por esas diferencias! ¡Él, que ni cobraba sus haberes a la llegada del comisario pagador por no figurar en lista! ¡y los oficiales por cuanto tenían que consentir que su uniforme fuera vestido por el indígena!” y agrega “para dar una idea de las pretensiones del sumiso, veamos algunas referencias del racionamiento que les pasaba el gobierno:
Racionamiento a la tribu de Catriel
Para 600 personas de ambos sexos; por trimestre: 1200 kilos de yerba, 1000 kilos de azúcar, 500 cuadernillos de papel para armar cigarrillos, 2000 kilos de fariña, 80 frascos de vino carlón, 72 botellas de ginebra, 72 botellas de vino Burdeos, 2 carros de maíz y 200 yeguas, tela de bayeta para las mujeres y ropa para los ancianos y niños.
Catriel exigía que pacificado el desierto, las tierras de los despuntes de las sierras de Curamalal y Bayu-Curá deberían ser entregadas a su tribu, con la condición de que los cristianos no las podían invadir ni menos sus indios pasar la línea del cristiano.”
¡Qué antecedentes del “amiguismo político”! dirán algunos… Para aclarar éstas recriminaciones secularmente agitadas, veamos la luz que puede echar el análisis de la razón desapasionada.
Comencemos aplicando la aritmética al asunto del racionamiento:
Si éste es para 600 personas por trimestre, dividamos los 1200 kilos de yerba por 600 personas y por 90 días; así da la cuenta: 22 grs. de yerba. Y haciendo la misma operación con los otros rubros, 11 grs. de azúcar, 66 grs. de fariña, 900 grs. de carne de yegua, 28 centilitros de vino. Y por trimestre y por persona: 0,80 partes de bolsita de tabaco, y 0,80 de cuadernillo de papel. ¡Qué miseria!
¡Pobre Catriel! Ahora sí comprendo el sentido del dicho campero, que era común en otros tiempos, por estos pagos: “hacer un negocio pampa”. Seguramente sus antepasados fueron los que cambiaban oro por vidrios de colores a los conquistadores españoles.
Ponerse bajo movilización militar, aportando su propia caballada, su baquía, su bravura en pelea, atraerse el odio de las tribus libres, por un racionamiento miserable e incierto (casi nunca se concretó), cambiar la libertad de las correrías y cacerías del abundante ganado cimarrón, avestruzada, y demás fauna. Y la posesión de la tierra que ancestralmente detentaban, por la promesa del reconocimiento del Huinca de estos derechos, que nosotros, que venimos del futuro, sabemos que no se cumplirán. ¡En fin, no podemos intervenir! La historia es irreversible.
Con nuestros aparatos modernos, interceptemos la carta que el coronel Granada envía a su hijo enla Capital:
“Aquí en Tapalqué me hallo en mi campamento muy contento y con toda esta apreciable oficialidad y tropa. Desde que salí del Azul no he tenido que ordenar el más leve castigo o arresto, a excepción de dos indios amigos, que se fueron a correr un avestruz que pasaba, no ha desertado ni faltado un solo hombre.”
Ya probado el buen funcionamiento de la máquina del tiempo, volvamos al futuro para un descanso que aprovechamos para transcribir del Archivo General dela Naciónla composición del Ejército de Operaciones del Sud, al que acompañaremos cuando emprenda su marcha, explorando por los campos de lo que es nuestro actual terruño.
Cuartel General de Estado Mayor: Comandante en Jefe: Coronel Granada; Jefe: Coronel Emilio Conesa; Ayudantes: 1 teniente, 3 sargentos mayores, 12 capitanes, 11 ayudantes mayores, 2 tenientes primeros, 6 tenientes segundos, 6 alfereces, 2 sargentos primeros, 1 sargento segundo, 12 soldados.
Sanidad Militar: Jefe: Cirujano Mayor doctor Hilario Almeyra; 2° Jefe: Doctor Mariano Gamboa; Ayudante y Farmacia: practicante Manuel Fuberto. Capellanía de Ejército: doctor José Salomón.
Compañía de Baqueanos: Jefe traductor de lenguas indígenas: Teniente Segundo Santiago Avendaño (el famoso “lenguaraz” y “secretario” del cacique Catriel, quien años después, en 1874, derrotada la sublevación de Mitre, al que habían apoyado, fue lanceado junto con Cipriano Catriel, en venganza de la colaboración dada a los mitristas) Ayudantes: cabos baqueanos Filemón Mendoza y Nicolás Rivas (éste último fue ascendido a sargento en el combate de Cristiano Muerto, en nuestro actual Gonzales Chaves); 4 soldados baqueanos.
Inspección de Caballadas: Jefe: Sargento Mayor Cipriano Troncoso; 2 oficiales, 2 sargentos, 4 cabos, 10 soldados.
Primera División:
Jefe: Emilio Conesa;
Batallón N° 1 de Línea: 350 hombres. Comandante: Coronel E. Conesa
Regimiento N° 2 de Coraceros: 247 hombres. Teniente Coronel N. Ocampo
Regimiento de Granaderos: 205 hombres. Comandante E. Vidal
Brigada de Artillería: 130 hombres. Comandante E. Vedia.
Regimiento N° 17 de Guardias Nacionales “Sol de Mayo”: 300 hombres. Comandante Benito Machado.
Guardias Nacionales Costa Sud: 126 hombres. Sargento Mayor Cipriano Troncoso.
“Indios amigos” de Catriel: 250, al mando del Capitanejo “Lucio López, El Adivino”.
La brigada de artillería lleva 5 piezas y una cohetera ala Congreve, última palabra en adelantos bélicos de la época.
Total: 1698 plazas.
Segunda División
Regimiento 4 “Húsares del Plata”. 270 efectivos. Comandante. Wenceslao Paunero.
Regimiento 6 de Carabineros: 130 efectivos. Teniente Coronel M. Salas
Guardias Nacionales de Bahía Blanca: 40 efectivos. Sargento Mayor Francisco Iturra
Legión Militar de Bahía Blanca: 220 efectivos. Comandante Susini.
“Indios amigos” de Bahía Blanca: 46 efectivos. Cacique Ancalao.
Los Húsares llevan 2 obuses ligeros, yla LegiónMilitaruna cohetera ala Congreve; éstos son 220 italianos de la fracasada colonia agrícola Nueva Roma, de entre ellos, el capitán Caronti levantará un mapa de la marcha del ejército.
Siguen el Convoy de Maestranza, Administración y Remonta, y la pintoresca caravana de las heroicas “chinas fortineras”, mujeres y familias de la tropa de línea, las que realizan tareas domésticas, ayudan en los arreos y carneada, y llegado el caso, pelean con bravura a la par de sus hombres.La Patriano les dio laureles, ni los pidieron. Ellas fueron las madres y las abuelas del criollaje primero, fundadores de los pueblos y campos bonaerenses.
Marchan así mismo en carretas, buen número de “vivanderos” y bolicheros del Azul, Tandil y Bahía Blanca esperando hacer su negocio, germen del futuro comercio.
Muchos lectores de Chaverías tal vez no encuentren mucha relación de estas historias con el presente, pero de “aquellos polvos vienen estos barros”.
Al revisar los escasos documentos se confirman mis reminiscencias de lejana infancia, tradiciones borrosas, recuerdos de primeros pobladores, relatos tan vívidos de las antiguas familias, de aquellas bisabuelas que fueron cautivas de aquellos pobladores que salvaron del malón ocultos en el pozo de agua, que todavía alcancé a respirar en el ambiente.
Poco a poco, desapareciendo los testigos y decayendo el interés de los receptores, esta tradición oral se fue disipando en el olvido.
De chico tuve oportunidad en nuestra zona y como una especie de instinto, de memorizar fragmentos de ésta, nuestra verdadera historia zonal, que hasta me daba la impresión de que se quería ocultar como un pasado vergonzante, resaltando sólo los méritos de la riqueza agrícola y la inmigración europea, méritos indiscutibles por cierto, pero que no deberían ser contradictorios ni desmerecer jamás los de gloriosos antecesores nativos.
En la lista militar arriba escrita, encuentro el nombre del cacique Ancalao, de los “indios amigos de Bahía Blanca”, y me devuelve la memoria el relato de un compañero de trabajo, de que su bisabuela, una joven cristiana, y un hijo del cacique, ambos enamorados, sólo pudieron concretar su matrimonio abandonando la joven el poblado, disfrazada de hombre y montada, cuando se retiró su novio con su partida indígena y sus tropillas, y sólo años después encontraron un sacerdote que los casó.
El mismo relato me lo hizo más recientemente una antigua vecina ya fallecida, pero de otra familia. Numerosos descendientes actuales de estas dos familias chaveras desconocen este origen romántico y no saben que comparten estos antepasados. A mí se me confió el relato bajo palabra de no divulgar nombres, por pudor social mal entendido.
Mientras la máquina del tiempo verifica motores para seguir viaje, acortemos la espera con cuentos de frontera, relatos locales que le extraigo a mi memoria.
Mateando una vez con don Hipólito Velásquez, me contó que decían sus mayores que en una ocasión, los indios, que cumplían la orden de capturar desertores y entregarlos a la comandancia, tomaron a un gaucho solitario que con una guitarra a la espalda, venía cruzando el descampado y lo presentaron al cacique.
El lenguaraz le dijo: Dice el cacique que si sabés cantar, cantés algo.
Tocó y cantó el paisano un lindo estilo, y el lenguaraz le dijo:
¡Lindo cantando, Huinca! Improvisale algo al cacique, que te conviene.
Lo hizo el gaucho, y le volvió a decir: ¡Cantando lindo, cristiano! ¡Cantando otra vez!… y así continuó como diez veces.
Ya aburrido, exhausto y furioso, el gaucho le cantó al cacique:
Señor Francisco Ancalao
Nacido entre la cicuta
Ladrón de vacas y yegüas
Pampa fiero, hijo e mil putas
Creyendo que lo mandaría degollar, esperaba lo peor; pero el cacique había tomado la copla como su mejor elogio, y emocionado, escapándosele las lágrimas, abrazó al paisano y el lenguaraz le trasmitió:
“Dice el cacique que muy lindo cantao, que buen ponderao, te da gracias, que te tenía que entregar comandancia, pero decimos: ¡No viendo matrero! Andate en este rumbo, por costa arroyo no encontrando soldao, que en poblao huinca cantés verso Ancalao, para que cristiano conozca fama cacique.”
Todavía no están los motores. Va otro cuento.
Me lo trasmitió un amigo cuyos antecesores poblaron campos “pal lao la loma del bombero”; eran “vivanderos”, pulperos de frontera.
Vasco forzudo y muy celoso de su esposa, “la VascaMaría”, que recién había llegado de su tierra a acompañarlo en su boliche, desenvuelta, jovial y bonita.
La habían prevenido que los argentinos eran muy desfachatados, que no les diera confianza, y que al verbo “coger” aquí se le daba un sentido muy distinto que en España.
Un anochecer estaba sola en el despacho, pues el Vasco estaba carneando en el corral cercano. De pronto había adentro un indio siniestro, mirada fría y salvaje, de cara cruzada por una cicatriz impresionante, que le mostraba unas plumas y le decía, insistentemente con voz gutural:
¡María, María! Coquer… coquer…
Aterrada,la Vascatomó el pesado palo del mortero y se lo dio por la cabeza al parroquiano, que cayó desmayado esparciendo el plumerío, al tiempo que los gritos de la pulpera atrajeron al Vasco.
¡Pero que burrada has hecho, mujer! Si este es el pobre viejo Juan Choiquero, el cazador, que me trae plumas y no habla la castilla.
Lo que te ha dicho es “marí – marí”, que es el saludo pampa, y lo que te pedía es cosquen, que es el pan, la galleta, en su lengua, que siempre viene a cambiar por las plumas de ñandú.
Nuestra máquina del tiempo nos ubica en la costa del Río Salado. Allí vemos al Comandante Boado, de guardias nacionales del Azul, y su segundo Barreda, que con cien caballos aguardan la llegada del gobernador Valentín Alsina. Lo seguiremos. El 26 de Noviembre de 1857 pasa por Las Flores, con un séquito de 400 personas. El 27 ya está en Azul, recibido por el ejército en el Arroyo de los Huesos. Presenció los ejercicios militares, y recibió la visita de Catriel y Cachul, ahora aliados de Buenos Aires.
Rodeado de sus mocetones, luciendo su uniforme de coronel, Catriel llegó en carruaje al homenaje, pues su obesidad le impedía montar.
Después de la proclama, se retiró Valentín Alsina, conforme del ánimo marcial de su ejército y la recuperación moral que se produjo, desde los recientes triunfos de Sol de Mayo y Cristiano Muerto (en el actual partido de Chaves).
Los indígenas no se burlarán más del soldado, que antes les huía y ahora los atacan donde los encuentran.
El ejército siguió en el arroyo de los Huesos (foro-ñelu-leuvu) aprovechando los buenos pastizales para la caballada, y ejercitando la tropa, volvimos al futuro, y regresamos al 15 de diciembre, para no perder el espectáculo de un día de pago.
Los ávidos vivanderos del Azul y el Tandil, que seguían a la tropa, se encontraron con que se les decomisaron decenas de carretas que traían cargadas de bebidas alcohólicas, para evitar desordenes y relajo de la disciplina y la moral, ya afianzada y lista para emprender la marcha al desierto.
Interceptemos electrónicamente un parte oficial:
Laguna de “la Carda”, diciembre 16 de 1857
Al señor Ministro de la Guerra y Marina
General don José Matías Zapiola
Seguimos nuestra marcha y sin la menor alteración en el orden y excelente espíritu de estos cuerpos.
El comisario pagó ayer y hoy volvió a Azul.
El comandante Machado ya ha de haber recibido el vestuario mandado.
Con motivo de haber llegado a los toldos de Catriel, algunos indios de los que se hallaban en las inmediaciones de la Sierra de la Ventana, con el objeto dicen de vender sal, envié inmediatamente que lo supe, orden para que se les mandara volver, porque no han de ser más que espías de Calfucurá.
Dios guarde a V.S. Mch. Añ. Nicolás Granada.
El día 18 los espacionautas nos fuimos de farra a Buenos Aires en el vehículo, por lo que regresamos a las 10 de la mañana. ¡El ejército había desaparecido! Se movió a las 4 y media. Lo reubicamos en “Las Cinco Lomas de Lara”, dos leguas y media de “las Cardas”, ya tenían sus tiendas armadas.
Invisibles para ellos, mirábamos todo cuando campo afuera vimos una polvareda y se sintió un tropel, y se incorporaron 200 “indios amigos” de Catriel.
Los capitaneaba un personaje indígena “El Adivino”, Lucio López.
Al otro día, cuando el coronel Granada los recibió en su tienda, curioseamos con nuestros artefactos y oímos que “El Adivino” se presentó como Agente Confidencial de Catriel.
Lucio dijo al Coronel que el envío de 200 “conas” (guerreros) lo hacía su cacique por órdenes del señor gobernador por el tratado celebrado, que el resto de su gente estaba a disposición de las autoridades reconocidas, que al a menor insinuación marcharía al punto que se le indicase, y que Catriel ya había mandado buscar otros 100 indios y familias que tenía en el Pigüé para que se incorporasen; calculaba que llegarán mañana o pasado.
Presenciamos fascinados la escena cuando el Coronel Granada ordenó obsequiarlos con yerba, tabaco y algunas yeguas, que de inmediato carnearon.
Durante ésta operación se levantó un viento que trajo una quemazón que asolaba los campos aledaños al campamento. La actividad y el acierto del Capitán de Artillería, Ramón Ruiz, y sus ayudantes don Lucio Florinda, Díaz y Gómez, que arrancaron carros, municiones y vestuario entre el fuego, salvó el peligro.
El día 20 se trasladó el campamento a la laguna deLa Totora(años después tuvo su primer estancia don Mariano Roldán, en este paraje del partido de Benito Juárez, y sede de su primer gobierno municipal).
Se encuentra aquí (durante nuestra visita) leña de cardosanto, muy útil para el ejército, que por la falta total de árboles, sólo tiene bosta seca y la poca leña del racionamiento que estaba en Azul y viene en las carretas del Estado.
Siguió día y noche el incendio que quemaba una parte inmensa de la campaña, jaqueando a las tropas que se agotaban para contrarrestar el siniestro.
Siendo conspicua táctica aborigen incendiar los campos a su enemigo, en previsión de alguna sorpresa, el Coronel Conesa dispuso personalmente las guardias exteriores, y durante la noche los rondines se comunicaban continuamente; también notó el desorden en que acampaban los indios amigos, que no aseguran su frente ni su descanso y no toman ninguna precaución sino tienen un peligro inminente.
Se les ordenó ajustarse al plan de organización, en su carácter de fuerza auxiliar en que marchaban con el ejército.
El día siguiente estaba la atmósfera tan densa con el humo de las quemazones que no se veían los objetos a pocos metros.
Al salir el sol, se pusieron igual en marcha, tocando música las bandas de los cuerpos, para evitar que se pierdan los “flanqueros” y la reunión de quien se hubiera separado para activar la marcha de los cargueros rezagados.
La dirección que llevaban internándose en “el desierto”, que de no ser por los sensores y radares de la nave, el humo nos habría impedido seguir, fue variada, recostándose para el lado del mar, para hallar agua mejor, para la hacienda, a las dos leguas hicieron alto en la laguna deLa Chilca.
El joven practicante de sanidad y farmacia, Fluberto, refrescándose en la laguna descubrió una sanguijuela mejor de las que usan los médicos en Buenos Aires para efectuar sangrías.
Esa tarde después de tres leguas, se cruzó a la margen del Quequén Grande para estar a salvo del fuego que hacia el poniente seguía asolando los campos.
El día 22, repasaron el Quequén Grande y lo costearon hasta “La Taperade Lezama”; descansaron 4 horas, y siguieron para ir a acampar en “El Arroyo del Pescado Castigado”. El diario de marcha consignaba “nombre que es de suponer, es traducción de la palabra que le asignaban los indígenas.” El agua del arroyo está cargada de nitro y sólo puede beberse en casos extremos (actualmente también sucede) pero afortunadamente a orillas de su cauce, a poco cavar hay agua potable.
Ese día se había marchado 5 leguas y media, y al terminar de armar las carpas, empezó a llover, beneficio por demás apetecido, porque la quemazón quería devorar la campaña entera y lamer el cielo con sus lenguas.
Nosotros, dentro de la máquina del tiempo, brindamos por su llegada a Chaves. ¡Bienvenidos! Lástima que no podamos tomar fotografías, para no generar un descalabro en el espacio-tiempo.
Pasado el Pescado Castigado, se sigue la marcha hasta el Huincalanleúvu, Arroyo Cristiano Muerto, donde se halla en sus inmediaciones el establecimiento de campo Sol de Mayo, distante 8 leguas del campamento anterior destruído por los indígenas.
Estos nombres recuerdan los encuentros que cubrieron de gloria a estas fuerzas en su primer fogueo (dice sin pudor, el parte).
“La lluvia de la noche anterior fue un verdadero beneficio del cielo, pues toda esta vasta extensión estaba asolada por el fuego, y las cenizas hubieran sofocado al personal bajo el sol ardiente y sin más refrescante que el agua tibia y escasa de las caramañolas para calmar la sed.”
Chaverías se permite insistir, trascribiendo del diario de marcha que llevó el hijo del Comandante De Vedia porque creemos que a los lectores de Chaves, San Cayetano, Juárez, Necochea, Tres Arroyos, Dorrego, Pringles, etc. les puede interesar conocer como eran estos lugares cuando llegaron los primeros civilizadores.
“En esta cruzada entre el Pescado Castigado y el Cristiano Muerto se vio por primera vez un puma de gran alzada, que evitó los ataques que se le hicieron metiéndose en una gran cueva, donde emprendió terrible lucha con el propietario de la misma especie que la ocupaba. Se hallaron también una víbora y varias liebres algo menores que las europeas de bellísima piel” (ésto intriga a Chaverías, porque la nativa, mara o liebre pampa, es mayor que la europea y de piel inferior. ¿Ya se habría multiplicado la especie europea y serían pichones los descritos? Lástima que distraídos por mirar la pelea de pumas no observamos desde la máquina del tiempo).
“Desde que el ejército salió del Azul, ha cruzado campos que en tiempo antiguo (SIC) se hallaban poblados por establecimientos ganaderos importantes y que fueron destruídos por las invasiones indígenas, aquí donde se halla acampada la tropa se halla uno de ellos” y a continuación relata el encuentro “”San Antonio de Iraola”, aquí en Benito Juárez”. (¡Qué renuencia unitaria a admitir que lo que dice “en tiempo antiguo” fue en tiempo de Rosas”, y el combate mencionado, setiembre de 1855, fue sólo dos años antes, y parte de la ominosa paliza que Calfucurá y sus confederados le propinaron a Mitre y sus generales! De Vedia, del entorno de Mitre, no podía ignorarlo… Dejémoslo ahí).
La descubierta de baqueanos tomó a un hombre que por su estado demostraba haber hecho una gran travesía, sin más medios para sustentarse que su persona. Interrogado, manifestó que era desertor del Carmen de Patagones, que había salido a pie, manteniéndose de huevos crudos hasta el Sauce Grande, donde encontró un chasque que le dio un caballo. A este hombre lo demoraron en la Comandancia por sospecharse que se trata de un espía de Calfucurá.
El jefe del ejército, mandó correspondencia al Gobernador; le decía que se hallaba muy afuera del Tandil, y seguía la marcha sin novedad, que las tropas estaban en buen estado sanitario, lo mismo las caballadas, de las que había recibido muchos donados por los hacendados, que don Gabino Alvarez donó 20 caballos y don Fortunato Valenzuela otros 10. que mandó a conseguir caballos a los partidos del Tandil, la Marchiquita y la Lobería.”
En este paraje, que en el futuro será nuestro partido, vemos llegar desde nuestro aparato, una indiada que suman más de cien, que se incorporan. Estos vienen del Pigüé, al mando de Cipriano Catriel, de nombre pampa Mariñancul (diez aguiluchos); es un hijo del cacique viejo. Y han traído regular número de caballos de ellos. Se les repartió ropa, tabaco, yerba, papel. Son mozada escogida y en excelente disposición.
A las cinco de la tarde del día 25, previa orden de llenar las caramañolas con agua (y sin festejar la navidad) se ponen en marcha y acamparon a las diez de la noche en una cuchilla (hoy las lomas cerca de Chaves). No se puede menos de mencionar que ese día ha tenido el ejército 5 heridos. Al joven Britos, luego alférez de coraceros, lo estropeó malamente un caballo; un soldado del 1° de Línea se atravesó un muslo con un asador; otros dos recibieron heridas de cuchillo “por accidente” (eso dice el parte, pero nosotros desde la máquina presenciamos el épico duelo criollo que protagonizaron. Los otros les hicieron rueda y los oficiales la vista gorda porque era una cuestión de honor gaucho); y por último, en el momento de acampar a otro soldado del 1° de Línea dispárasele el fusil fracturándose una mano, que según opinión del cirujano practicante don Manuel Fluberto (el de las sanguijuelas) perderá tres dedos cuando mejor salga.
¡Vaya si fue movida esa navidad proto chavense de 1857!
El26 alas cuatro de la mañana ¡En marcha rumbo a los Tres Arroyos! Y a las 10 se desplegaban las tiendas en las márgenes de uno de ellos cuyo lecho se compone de barro corrompido de media vara de profundidad y enteramente cubierto por un juncal raquítico. Ésta jornada y la de ayer comprenden entre 9 y 10 leguas de marcha.
A la tarde se corrió el campamento una legua más abajo, a una posición mejor.
Todos estos campos están pobrísimos de pastos y aguadas por la seca que parece se hizo sentir meses atrás. La siguiente mañana sólo hubo un pequeño movimiento retrógrado buscando un punto que el arroyo fuese más accesible para las caballadas, para acampar a las 9 de la noche en una cuchilla.
Ese día se tuvo noticias de Bahía Blanca por un oficial que había salido con una partida en persecución de unos desertores; según él todo andaba tranquilo por allí.
La madrugada del 28 se marchó y se acampó en ambas orillas del Quequén Salado (por la mala calidad de sus aguas) ¡Lecho de tosca durísima! Se hicieron pozos en las orillas con mucho trabajo para encontrar agua más cargada de nitro que la del arroyo. Se hallaron petrificaciones depositadas en los bordes, se sacaron muchos bagres y un pescadito de15 pulgadas, de escamas doradas. Por las malas aguas se abandonó el punto y a las 4 p.m. (16 horas actuales) se acampó en una lagunita camino al Indio Rico. Al plantar las carpas empezó a llover. El 29 la hermosa mañana duró poco, el pampero helado pese a ser diciembre, se hizo sentir de frente en es espacio de 10 leguas que se marchó para acampar en el Indio Rico.
En lugar de peludos y mulitas, que abundan en campos del Quequén (Grande) al norte, ahora se encuentran matacos y piches, especies distintas pero del mismo género.
El mataco, parecido al peludo, tiene la facultad de enrollarse quedando en forma de una bola invulnerable a todo animal, menos al hombre. El piche, más chico que la mulita, con algunas diferencias de forma y color de la cáscara. La carne de éstos dos, más delicada que la de los otros, es un bocado exquisito. Así como la de los numerosos loros de las barrancas ¡Gastronomía de frontera!
Las perdices se diferencian de las que se conocen en Buenos Aires por el penacho de plumas que adorna la cabeza, la cola más pronunciada y color más sombreado, la carne es la misma. (dice Chaverías “he aquí la primer noticia histórica de nuestra “copetona””).
Se encuentra aquí alguna leña de cardo santo y de un arbustito de mucha espina y combustible aún en estado verde. Según los baqueanos se llama brusquilla (todavía lo llamamos así).
El arroyo de agua dulce y lecho de tosca; en este punto se incorporó el pelotón de 15 indios que desde tres días atrás salieron a campear a un desertor de coraceros al que capturaron; van dos ejemplos de esta naturaleza que abogan a favor de la buena fe con que vienen los catrieleros. Al cerrar el año 1857 se hacen algunas insinuaciones: (dice el diario)
“Mucho promete el estado de moral y disciplina del ejército de operaciones del Sur. Sólo ha habido unos pocos casos de deserción desde su salida del Azul. Eso se explica por ser hombres que vienen obligados a acudir al llamado de movilización dejando sus hogares e intereses abandonados y a merced del prójimo. Se puede decir que salvo el caso de algún desertor aprehendido y uno que otro muy raro incidente, la superioridad no se ha visto en la penosa necesidad de aplicar castigos afligentes.
El estado de sanidad es perfecto, no hay un solo caso de muerte ni enfermedad grave. Sólo un granadero que se suicidó la noche del día que recibió la patada de un caballo en el pecho. Los dolores lo llevaron a esa determinación.
Quedan así desmentidos los rumores falsos de una posible sublevación producto de los enemigos del estado liberal del Dr. Valentín Alsina.”
Dice Chaverías: los castigos eran la estaqueada, los sablazos, y al desertor el fusilamiento tras juicio marcial (todavía José Hernández no había escrito el Martín Fierro).
Ya estamos a orillas del Pilla-Huincó, nombre del arroyo que en el relato traducen “arroyo de las Achiras”.
En este punto exponemos nuestras dudas, pese a que los autores del relato tenían a mano a los indígenas para preguntar (no sabemos si lo hicieron). Pero en nuestro leal saber y entender, en el Mapu zugu (lengua de la tierra) “arroyo de las achiras” se diría Polle leuvú; también podríamos considerar que el informante contestó pollhuin–có “agua con renacuajos”. Habría que ver que entendió que le preguntaban y que entendió el Huinca que le contestaban; además la fonética varía de ambos idiomas. No creemos ociosa ésta digresión porque vemos que oficialmente en el partido de Pringles aceptan por pillahuinco “arroyo de las achiras”.
Siempre creímos que “pillán huincul” (nombre de las sierras) se traduce por: pillán: “espíritus de los antepasados muertos” (si se los ofende pueden tomar calidad de “huecuvú” (el diablo); huincul: lomadas, serranías, terreno quebrado, cadena montañosa. (también se llama así al espinazo, columna vertebral). A mi juicio pillahuincó expresa “serranía de los espíritus (pillanes). Más teniendo en cuenta las matanzas de tribus enteras en las sierras; la que hizo Rauch tuvo carácter de exterminio genocida.
A los arroyos que salen de las sierras, los indígenas los distinguirían como pillahuincul leúvu (arroyo del pillan huincul) vuta y pichi (pillahuinco grande y pillahuinco chico).
Siempre oí decir a los viejos pobladores, para indicar lejanía: “queda por el pillan huincul”, y también las expresiones ya castellanizadas “queda por la loma del diablo” o “por donde el diablo perdió el poncho”.
Siguió la marcha; quemazón, humo lejano, el coronel Granada pregunta al baqueano, cabo Filemón Mendoza, por la causa de la cerrazón. Contestó con sencillez del tiempo de los patriotas “que la sierra se había enojado”. Otra prueba para la hipótesis de Chaverías; aún perduraba en este noble paisano el respeto supersticioso para estos lugares del pillán huincul donde habitan los espíritus de sus ancestros indígenas.
Abreviando en beneficio de los sufridos lectores de este año de 1858 sólo diremos lo que creemos va a interesarles.
Por ejemplo, la fauna de la zona. Acampados en el Pillahuincó chico se experimento la primer disparada de la caballada desde la salida del Azul que se repitió tres veces más. La incógnita fue develada por el baqueano sargento Rivas (aquel que ganó sus galones en Chaves, en el Cristiano Muerto). Llegó a la comandancia trayendo un puma de gran alzada, enlazado y a la rastra. La región está infectada de ellos.
El 9 de enero de 1858 se cruza el Pillahuincó chico, hallando en el lado opuesto víboras; analizadas por el practicante Fluberto dijo que sus picaduras son mortales. En la carpa de un soldado había una muy larga y8 pulgadasde grosor.
“Se presentó en público en la Comandancia Lucio López “El Adivino” que comanda los indios de Catriel; es de fisonomía inteligente, sus rasgos fuertes revelan la audacia y la impostura. Lo acompaña Cipriano, hijo de Catriel, tipo enteramente opuesto que más armoniza con su raza.
Se le ofreció un cigarrillo a Lucio, tomó uno con despejo e indiferencia, señal viva de la poca importancia que daba al obsequio. Cipriano lo tomó violentamente de la mano que lo convidaba, como quien teme que se le escape y enseguida el cigarrillo pareció absorber su atención.” (cómo se burlaría Cipriano interiormente de ellos). El aparente patán se empeñó y logró traerse con ellos tres indios de los presos que tenían en Bahía Blanca diciendo que estos tres jóvenes tienen parientes entre ellos. En este tiempo ya Cipriano se había desempeñado en Entre Ríos como diplomático de su padre ante Urquiza.
El día 22 llegó el comisario pagador y el campamento se vio invadido por el comercio, con la perspectiva de acaparar buena parte del medio millón de pesos de los sueldos (¿quién les avisó?). Decididamente los pueblos de frontera son fatales a la tropa, la disciplina se relaja y la moral se extingue. El 25 acampan en el arroyo Quinehual, donde tuvo tiempos atrás sus tolderías este cacique.
Una novedad poco común; cayó repentinamente muerto el soldado Bartolo Suarez, muy contraído a sus deberes, y últimamente desempeñó comisiones de responsabilidad (tal vez la fatiga fue la causa).
Se ordena deponer de sus jinetas al sargento de granaderos y los cabos Pedro Castro, Juan Galván y Cayetano Acuña, por ser sorprendidos dormidos en la guardia avanzada; además un mes de prisión y la calidad de “últimos soldados” del cuerpo al que pertenecen.
Aquí la naturaleza varía sus dones; por trechos hay mulitas, peludos, piches, perdices, martinetas. Es común ver saltar de mata en mata los pumas, que hay de dos clases: el serrano, de piel más fina y plateada, y el de los pajonales, colorado y más temido.
El practicante Fluberto halló víboras y arañas, según él mortales por su ponzoña.
Muy llamativo ver planear en el cielo las águilas. Hay alfilerillo, gramilla, cola de zorro, capiquí, alfalfilla, flor morada, leña de cardo, brusquilla, pichay y piquillín en pequeños montecitos que cobijan grandes tropillas de guanacos, venados y avestruces y en las lagunas grandiosas bandadas de cisnes, patos y aves acuáticas.
Aquí los indios amigos, en un cuadro no muy común en las fuerzas militares, presentaron bridas para sus tolderías del Azul, y se volvieron en masa, so pretexto de haber sido prevenido Lucio, por personas instruidas, de que luego que el ejército se reuniera con la división Bahía Blanca “serían pasados a degüello” (les aseguro lectores que los viajeros del tiempo no tuvimos nada que ver, y no hay que olvidar que Lucio era adivino).
Granada hizo leer en el orden del día: “que toda persona que en una u otra forma divulgue rumores alarmantes, como los que provocaron la deserción de los indios, serán severamente sancionados por el Código Militar”.
Dicen que es de suponer qué los indujo a este paso; el no ver término a la separación de sus familias llevando ya 4 meses de campaña. Los tan ponderados y útiles “indios amigos” serán ahora denigrados.
El 13 de febrero de 1858 dice Granada a Alsina:
“Se volvieron los indios de Catriel para el Azul, pretextando un montón de desatinos, entre ellos que los traicionaríamos después de concluír con Calfucurá. Creo que el principal motivo ha sido la persuasión de no poder robar a los enemigos, porque creen que ya se han retirado y ellos venían con esta esperanza. Considero no hemos perdido mucho en su ausencia, pues difícilmente se sujetan a las reglas del ejército. Sin embargo mientras han estado guardaron excelente conducta”(que parte tan contradictorio) “Así que la remisión de yeguas y demás pedidos para ellos ya no tienen objeto.” (adiós el tan cacareado racionamiento, razona Chaverías).
Otra, de Paunero a Alsina, después de reunida su división con la de Granada:
“Las divisiones han mirado como augurio feliz (la deserción) porque se han visto libres de un embarazo no pequeño y de un peso enorme. Ellos se han ido en buena armonía y con el mejor orden a su modo, y no dudo que se portarán bien en sus toldos. Se han ido por la sencilla razón que no es posible sujetar a gente de su clase al método sufrido de una guerra regular que entra por mucho la gloria, los grandes intereses colectivos que ellos no entienden y que el cálculo mas subalterno es la esperanza del botín, que para ellos es tal vez el único móvil de su empresa militar, amén de los instintos de su raza”.
Retenga el lector lo de los móviles del botín, pues ya veremos como procede Paunero con las tolderías abandonadas (después del “triunfo” del dudoso “combate del Pigüé”, porque ¡a Calfucurá ni lo olieron! Les hizo el vacío y meses después siguió con sus malones hasta 1873, cuando ya casi centenario fallece en su toldería, en el respeto de su gente, no sin antes ordenar la libertad de los cautivos cristianos salvándoles así sus vidas porque intuyó que sus guerreros los sacrificarían en las honras fúnebres de su muerte.
Van ahora párrafos de dos partes que manda Calfucurá con chasquis a la expedición cristiana.
“Amigo, han llegado ayer a ésta unos indios del Azul, mandados por don Juan Catriel, diciéndome que el gobierno ha puesto a su disposición las mujeres de Cristo y Andrés”.
Otro: “Amigo, contesto a usted, cómo se ha tomado la facultad de invadir mis campos me he venido con toda mi gente, el coronel Baigorria con orden del señor presidente (Urquiza) con 200 soldados ranqueles que llevan a Baldevenitez (comandante de la frontera Norte) derrotado y le han quitado dos cañones y muerto mucha gente.” (tal vez ésta fue una treta de Calfucurá para ganar tiempo). “Lecopán, Lengui y Guenagén han ido a invadir Bahía Blanca, ya les he mandado volver, manden ahora mismo las mujeres y les enviaré las cautivas.
Si quiere hacer las paces, mándeme un parlamentario sobre la marcha, con confianza puede mandar un hombre y le doy mi palabra que no le ha de pasar nada.
Amigo he llegado a ésta por saber que ustedes le tenían sitiado a Cañumil. Yo no he invadido y me viene a invadir a mis campos”. Juan Calfucurá.
Por esto envían al mayor Iturra, amigo del cacique, hijo de Pio Iturra, que fue jefe en Bahía Blanca y destacado a una avanzada en el Sauce Grande, donde su jefe Francisco Sosa (Pancho el Ñato) poseía alguna hacienda (era el tiempo de Rosas). Se hizo amigo de un peón indígena, que resultó ser Calfucurá. Pero Iturra en vez de ir solo, se presentó con una escolta de 30 hombres y además los indios amigos de Bahía Blanca. (Esto era una ofensa para los calfucuraches, pues para ellos estos eran los más despreciables traidores).
No sería muy conciliador tampoco el mensaje que portaba, pues el único objetivo de la expedición era exterminar a Calfucurá.
Transcribimos la otra campana.
“Laguna del Pigüé, febrero 16 de 1858.
Excelentísimo gobernador, don Valentín Alsina.
Mi querido gobernador:
El gran Calfucura ha sido completamente derrotado en la batalla de hoy. La acción empezó el día anterior, el tan valiente como confiado Mayor Iturra, envió un parlamentario a Cañumil, porque no sabíamos que Calfucurá había llegado y se adelantó con 30 hombres. Calfucurá despachó al parlamentario con una respuesta arrogante y destacó una fuerza de 200 indios que atacó a Iturra, que se defendía bien, siendo su caballo boleado 3 veces, perdiendo 5 hombres.
Los indios avanzaron quemando el campo en todas direcciones, desplegando una bandera nacional con letreros, que luego desapareció, al impulso de un cohete que le envió Susini” (observa Chaverías: el mercenario italiano destruye con su cohetera el pabellón nacional que “los salvajes” enarbolan, contra el ejercito del estado separatista porteño; en la historia oficial, no obstante, Susini es héroe y Calfucurá salvaje sanguinario).
“El fuego avanzaba contra el ejército y se lo combatió con contrafuego. Un grupo de 80 de nuestros hombres, que ardía en deseos de vengar la muerte de sus compañeros del día anterior, se entreveró con un grupo de indios. Algunos oficiales del “Sol de Mayo” que no desean hacerle conocer por ser pasibles de falta de disciplina. El fuego se apagó de noche, dejando una franja para iluminarnos, que lo estuvimos mejor que en la plaza de la victoria. A las 5 siguió la marcha; los indios se presentaron amenazando la retaguardia pero fueron dispersados por el fuego de la batería de la Legión italiana de Susini.
Febrero 17: llegamos a Carhué, donde tomamos rastros de las haciendas y familias de Cañuhil. U. E. Afmo. Amigo y S.S. W. Paunero”
Para finalizar diremos que por fin llegaron a Salinas Grandes, donde no encontraron a Calfucurá; se volvieron.
¿No fue esto un malón blanco? ¿Quién eran los civilizados y quien los bárbaros? En cuanto al afán de botín y falta de gloria que achaca Paunero a los catrieleros ¿No fue correcta su deserción para no actuar de asaltantes de las familias de sus hermanos de raza? Y el temor del plan de exterminio ¿Era un desatino de los ignorantes? Desde el descubrimiento de América hasta hoy mismo, hay miles de antecedentes. Pero damos uno muy concreto proveniente de 2 de los más conspicuos representantes del liberalismo “civilizador”: dos años antes de estos hechos Catriel y Cachul veíanse desalojados de sus tierras, que poseían de más de 30 años y de sus haciendas y tuvieron que pedir ayuda a Calfucurá. Tratando de ganar tiempo buscando rescatar sus cautivas en poder de Emilio Mitre, mandaron parlamentos a éste, conviniendo realizar conversaciones de paz. Mientras esperaba los representantes indios, consultaba Mitre a su hermano acerca de cómo debía proceder, dando a su vez su opinión “en cuanto a mis ideas sobre este punto helas aquí en pocas palabras: garantizarles todo lo que traigan, ofrecerles terrenos para sus toldos y algunas raciones, pero con la condición precisa e indispensable que han de venir a establecerse al lado del pueblo nuevo, para tenerlos a mano y sin perjuicio de degollarlos a todos en una noche” (esto es del archivo del general Mitre, Tomo XV, página129. A confesión de partes relevo de pruebas).
Terminamos con esta carta de Paunero:
“Cerca de Curamalán. Marzo de 1858.
Mi querido amigo Mitre: decirle que los días 15 y 16 de febrero batimos a Calfucurá, y que a los dos días se destruyeron los toldos que dejó abandonados, es referirle un gran fiambre, que está usted cansado de probar.
Después de eso nos hemos venido haciendo jornadas de una legua, con el fin de reponer nuestra caballada, porque en un radio de 25 leguas los pastos y aguadas en salinas son pobrísimos y hubieran sucumbido de sed. Nos hemos colocado ahora en punto de donde hacemos lo que el gato que espía la cueva del ratón y muy lejos tienen que irse los indios si quieren evitar el segundo empuje que les demos de aquí y con los conocimientos de sus campos que tenemos ahora, de los lugares donde han podido detenerse, un sinfín de datos de que estábamos a ciegas, amigo mío, completamente a oscuras, porque sabían tanto de salinas nuestros baqueanos lo mismo que le ha pasado a Emilio Mitre con sus baqueanos, nos sucedió a nosotros, sino encontramos un camino real que sale de Bahía Blanca, hasta la misma laguna de salindas, de seguro que nos zampan en alguna travesía.
Por fin salimos bien, hemos batido a Calfucurá, desmoralizado su gran poder.” (Piensa Chaverías: ¡Qué caradura! Se ve que la mentira mediática es un invento viejo). “Hemos comido sus 600 vacas y 3000 ovejas, destruyendo sus tolderías, que dan la idea de haber muchas almas indias que las han abandonado. Dejando establecido el hecho físico y moral de la superioridad de nuestras armas. No hay que pedir juicio a Buenos Aires y amor a sus instituciones; si los indios se definen hoy por las orillas del Colorado, es debido a las falaces y dudosas promesas de Urquiza de auxiliarlos.
Olvidaba contarle una curiosidad que le probará que en estos campos tenían los indios echada la base de su poder. Todos sus toldos que hemos destruido, que son más de 300, en una extensión de treinta leguas, todos tenían chacras de maíz, zapallos, sandías y melones, que la tropa ha comido o destruido; estos malditos se creían más firmes en estos terrenos que lo que se cree la democracia yankee en el norte de nuestra América. En dos días nos habremos elegido la falda de la Sierra de la Ventana el terreno en donde debemos detener y establecer las invernadas. Y después que los indios se amarren bien el chiripá si es que pueden. Su querido amigo W. Paunero”. “La Tribuna”, 19 de marzo de 1858
Luego, un temporal dispersó las caballadas, voló las carpas, enfermó a los soldados.
Al poco tiempo se dio por finalizada la expedición del famoso “Ejercito de Operaciones del Sur” con pena y sin gloria.
¿Civilización o barbarie? Y “el desierto” volvió a ser “el desierto” por una veintena de años más.
Volvamos al futuro, viajeros.
Osvaldo Furlani
Octubre 2011