Una Sociología Matrera

Del corral de la memoria, donde está encerrada la hacienda arisca de mis vivencias, datos  y lecturas, voy sacando a lazo, las más gordas… para cargar en el camión jaula de “Chaverías” ya que la limitación de tiempo no me dejó apartar previamente un lote especial.Va como “guía de embarque” ésta “información informal”, sobre variados motivos que confluyeron a formar los planteles originales del campesinado de nuestra zona, que tras procesos de desarraigo, radicación y compactación, derivaron, por una gran simbiosis, en nuestro asalariado.

Ensayaré insinuar circunstancias, que supongo, incidieron en la idiosincrasia independiente y combativa, que más tarde llegó a asumir, sin negar por cierto la causa madre: la desigualdad social y económica, que deviene en lucha de clases.

Paso a detallar algunas:

A)    Inexistencia local de un legado de sumisión o servilismo.

No registro rémoras del sistema colonial de “la encomienda”, a lo más, los “indios amigos” sólo fueron aliados bélicos, frecuentemente sublevados.

Cuando trabajaron colectivamente en establecimientos rurales (por ejemplo Estancias de Rosas o de Ramos Mejía) conservaron su organización autónoma y sus jefes tribales, que desempeñaban, en esas circunstancias, una función similar y precursora de la moderna dirigencia gremial.

Tampoco sus “Juntas” y “Parlamentos” diferían mucho de las Asambleas y Congresos del Sindicalismo originario, incluso participaba la mujer, si lo quería.

Independientemente disponían de sus caballos, hacienda, lana, cueros, productos de su artesanía, recolección y caza, que comerciaban libre y personalmente.

Los que individualmente se empleaban por las estancias, que eran muchos, aprendían tareas rurales, que introducían, si regresaban, a sus comunidades.

Pero mas generalmente, se iban asimilando a la población (ladinos) y a la siguiente generación no diferían de los criollos de la campaña.

Estos peones rurales indígenas, se conocían con el mote popular de “camiluchos” y aportaron a criollos y europeos elementos de la cultura pampeana, necesarios a la sobrevivencia en esos tiempos: boleadoras, botas de potro, poncho pampa, chiripá, caza, medicina, etc.

Daré algunos ejemplos de gastronomía: cocinar en el rescoldo, choclos, huevos de ñandú, picana y alones, el peludo previa extirpación de las “catingas” (unas glándulas hediondas), “cuerear” el bagre, que le quita el gusto a fango, y viceversa el “asado con cuero” que hace sabrosa la carne, y otras técnicas milenarias de adaptación al medio.

Otro aporte pampa a la sicología del jornalero argentino, fue sin duda la actitud estoica: resistencia en jornadas agotadoras, indiferencia ante condiciones extremas de clima o de alojamiento, menosprecio altanero a heridas y golpes en los accidentes, etc., que si bien fue útil para aguantar adversidades, tornose retardataria cuando la mayor sensibilidad de los compañeros europeos demandó mejoras a condiciones de alojamiento, alimento o salubridad.

Ya incorporados al sindicalismo, si se declaraba la  huelga por la Asamblea, su actitud fue siempre tan combativa como la de sus ancestros cuando la “auca-travún” (junta de alzados) decidía ir al malón en defensa de su tierra.

Me permito ahora una cita atinente, de don Álvaro Yunque

“Nemesia

-Nemesia ¿Por qué no ríe?
-Nemesia ¿Por qué no habla?
Nunca sonríe Nemesia
Nemesia siempre callada
Nemesia hace medio siglo
Que vive entre gente blanca.

La trajeron ya de moza
Cautiva en una patriada
Ella vio sus padres muertos
Su toldería incendiada
Vio repartir a sus hijos
No supo jamás de nadie
Y por nadie preguntará
Nemesia ¿Por qué no ríe?
Nemesia ¿Por qué no habla?»

Nemesia hace medio siglo
Que de sirvienta trabaja
Quizás a veces recuerda
Quizás recuerda sus pampas
A veces sus ojos brillan
Entonces los ojos baja
Nunca sonríe Nemesia
Es una sombra callada
Que hable la gente blanca
La india calla y recuerda
La india dura, trabaja.

Tuvo un amor, padres, hijos
Vivió en una libre pampa
Nunca sonríe Nemesia
Nemesia siempre callada.

“Chinos” con ojos verdes, o morochas con trenzas rubias, doctores unos, o recolectoras de maíz, otras, nos están diciendo que el mapuche de las pampas se perpetúa.

Aunque ahora va por la misma “rastrillada” y en la misma dirección que el hijo del “huinca”, que esta epopeya del trabajo aguarda héroes no menos valerosos y alertas que los dejados a nuestra memoria por la epopeya de las armas.”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *