Una Sociología Matrera

D)    El componente emigrante

Diversos orígenes: ahorrativos genoveses y piamonteses, concentrados en el beneficio económico del trabajo, que en pocos años ascienden a clase media, siempre solidarios con sus connacionales (Sociedades Italianas del “Mutuo Socorso”) aportan a nuestra cultura culinaria, al bell-canto, etc; sardos, calabreses, sicilianos, de cerrada organización familiar propensos a la formación de un gremialismo sectario y de acción directa, que comparten con catalanes y otros españoles y rusos, histriónicos napolitanos que aportan junto a los afro a la cultura teatral, murguera, carnavalesca, introduciendo el grotesco popular en nuestras hasta entonces parcas costumbres.

Nostálgicos gallegos, melancólicos árabes, fantasiosos andaluces, honestos vascos, cerrados búlgaros, polacos, servios, innovadores agricultores daneses, franceses (pocos) pero de gran influencia cultural; nos legan las panaderías artesanales y sus mujeres emancipadas modas, el sindicalismo panadero con la tradición de la “Comuna de Paris”, alemanes del Wolwarts…

Se hace imposible enumerar todo; cada grupo o subgrupo merece un tratado voluminoso. Además, éstas son caracterizaciones colectivas que se ajustan grosso modo a la realidad, siempre cambiante por ser dinámica y no excluye individualmente conductas totalmente opuestas de las que popularmente atribuímos al colectivo. Sin contar que estas pautas tradicionales originarias, salvo en colonias cerradas, llegan hasta los primeros tiempos de radicación y luego se van amalgamando, hibridando, prevaleciendo o desechandose, según su eficacia practica en la nueva vida, todo divergiendo y convergiendo.

Nada se pierde, todo se transforma. Nos felicitamos de la riqueza cultural que nos depara a los argentinos la diversidad de orígenes, que plasmará (es nuestra esperanza) en un producto nuevo y superador para enfrentar el futuro.

¡Que campo de observación en la práctica hubieran tenido (o a lo mejor lo tuvieron) los ideólogos de la 1º Internacional en cosas como el “internacionalismo proletario”, que aquí era una realidad, a partir de los precursores europeos (para los estibadores, desde que acogieron en el puerto de Buenos Aires a Errico Malatesta, mensajero de la idea libertaria, hasta su expulsión por la Ley de Residencia).

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