En una “Chaverías” anterior, titulada “Archivos Secretos” (Octubre 2007) mencioné a Sixto Ortiz como “uno de mis compañeros inolvidables, de una vida novelesca, de la que les debo el relato”.
Antes que me lo impida la edad, haré el esfuerzo, para cumplir la promesa a mis probables lectores y honrar la memoria de mi antiguo compañero.
Se deshilachaban en tierra uruguaya las últimas montoneras: coraje y lanzas contra rifles de repetición y ametralladoras gubernamentales.
En vano Aparicio Saravia, el caudillo, revoleaba el sable y abalanzaba su caballo “Blanco Palomo” al frente de sus gauchos.
Las cargas de aquellos nietos de Artigas, mas que heroicas, ya eran suicidas.
“¡Basta, se acabó! ¡A dispersarse muchachos! Vuelvan a sus ranchos. Yo me iré al Brasil con los más comprometidos.
¡Perdiz Chica! Mi última orden… Guiarás a los heridos y quienes tienen puesta a precio la cabeza hasta el Entre Ríos. Refúgiense en la Argentina. Les avisaré cuando volvamos a “alzar el poncho”.
“Perdiz Chica”, apodado así por su habilidad para escabullirse entre pajonales, cruzando las líneas enemigas, baqueano magistral, ayudante de ordenes, edecán vanguardia de la montonera, al frente de los fugitivos cruzó por cuchillas, montes espinudos, arroyos, barrancas, juncales, hasta que por fin: ¡El río Uruguay!
En una isleta boscosa, el rancho de “las toneleras”, unas negras nadadoras como el carpincho y con más agallas que un dorado, les dieron refugio, curaron a los heridos, y los cruzaron a todos a la banda opuesta.
Perdiz Chica no volvió a su patria. Se perdió en las pampas sureñas, confundiéndose entre sus hermanos, los gauchos argentinos.
Tal como millares de exiliados uruguayos de aquel tiempo, bienvenido refuerzo para el elemento nativo, casi sumergido por las olas migratorias europeas. ¿Qué pago bonaerense no contó entre su paisanaje algún respetado criollo, generalmente conocido por “el Oriental”?
Si hasta lo registró el poeta, en coplas tan bellas como éstas de Alcides De María.
El Matrero
Noche callada y serena Que ocultas florida alfombra Y guardas entre tu sombra El misterio de mi pena; Arroyo que por la arena Arrastras tu linfa pura, Viejas copas de verdura Donde anida la torcaz, Llevad, como eco fugaz, La voz de mi desventura.Id y decidle a quien llora La desdicha del ausente, Cómo quema la frente La pena que me devora. Que cuando asoma la aurora Volviendo al campo la vida, Yo me oculto en la guarida Donde mi derecho inmolo Y en que vivo triste y solo Como fiera perseguida.Decidle que esta orfandad, Más cruel que la del proscripto, La sufro por el delito De ambicionar libertad; Que es negra fatalidad La que me impone la suerte, Vivir como ser inerte O ser presa de un verdugo, El sacrificio o el yugo, La esclavitud o la muerte. » |
Libre en mi patria nací, Que ante su ley no hay esclavos, Los libertaron los bravos De Piedras y Sarandí; Pero muy pronto aprendi Que el sacrificio fue en vano, Para el gaucho ciudadano No alcanza tal redención, Rige la ley del mandón Que lo persigue inhumano.Por esa ley perseguido Vago lejos del hogar, Sin que haya ley tutelar A mi derecho agredido. Soy un brazo que ha perdido El trabajo la labor, Un brazo que el dictador De nuestra infeliz campaña Hace, inicuo, con su saña Elemento destructor.Noche callada y serena Que ocultas florida alfombra Y guardas entre tu sombra El secreto de mi pena; Si el ruido de mi cadena Repercute por el llano, Id, llevadle a mis hermanos La voz del paria oriental, Que el silencio criminal Entroniza a los tiranos. |
¡Querido Osvaldo !
Querido Osvaldo… Espero estés bien. Soy el nieto de Sixto Ortiz, y me sentí muy feliz y orgulloso de Uds. dos, por la enorme amistad y compromiso entre Uds. Sólo un muy buen amigo se dedica a dejar constancia de los hechos de su amigo, y eso te engrandece como persona. Yo por mi parte, tratando de hacer honor a los pasos de mi abuelo y padres he seguido luchando y haciendo patria. Desde ya mis puertas están abiertas para quien supo apreciar el valor de un luchador. Abrazos, hasta siempre… para contactarme comunicarse al email