Archivos secretos 5

Los conductores y caballerizos de los coludos eran indígenas “pampas azuleros” como me informó con orgullo don Pablo Uran, que me agregó estos datos cuando le tramité la jubilación:
Fue de joven lancero de un escuadrón de caballería, que escoltó desde Olavarría a Capital los carruajes de altos funcionarios de la presidencia de la Nación.

También trabajó con Saturnino García como manejante, teniendo por caballerizo a Eduardo Rojas (Tito Beruti).

Cuando acampaban varias tropas, solían jugar “cinchadas”, para las que tenían caballos de tiro famosos. A veces apostaban mucho dinero y se originaba algún duelo a facón.

También contó el Pampa Uran que cuando se construyó el elevador de granos de Bunge y Born (después de la Sociedad Rural), los caballos de las chatas se asustaban y no entraban a la balanza automática, y él, por compadrada, desprendió todos los animales de la suya, y con sólo el varero, un tordillo percherón anca-partida, entraba y sacaba las chatas cargadas de la balanza.

Don Uran falleció en el Hogar de Ancianos de Chaves, a la que regresó en su vejez después de muchos años de trabajar de peón por estancias de la costa marítima.

2) Respecto a Doña Victoria: tenía el rancho en la laguna que hubo entre la loma de la escuela 9 y la calle General Paz. Se conoció por laguna de Lemus o del Oriental, porque un gaucho uruguayo exiliado de la montonera de Aparicio Saravia también tenía el rancho en la costa.

Fui amigo de Eduardo Islas “El Sapo”, de ascendencia nativa. Fue “bombisto” en la Banda municipal de don Augusto Sartori).

Un día me relató que doña Nutria, vivía solita en la laguna, y que cuando se quedaba sin provisiones, aceptaba la convivencia, por pocos días, con algunos de sus conocidos, que le surtían el rancho, y al tiempo la abandonaban.

Yo le pregunté si era que ejercía la prostitución, y me dijo que no, que era costumbre pampa, de mujeres viejas, porque era médica y adivina.

Le pregunté si le decían la Nutria porque vivía en la laguna, y me informó que no, que era de las familias de los Nutria Pereyra, que llegaron del Tandil con otros (que me nombró pero no mencionaré porque hay descendientes) porque estaban muy mal vistos porque habían sido gente de “el Tata Dios” (cuando la sublevación de 1872).

Todos los nombres que me dio los verifiqué más tarde en documentación que consulté, y concordaban, probando la utilidad de la tradición oral.

Si muchos historiadores hubieran dejado los gabinetes y hablado con los humildes antiguos pobladores no se hubieran perdido tantos datos, pero evidentemente se quería borrar hasta el recuerdo de lo no europeo.

Hoy ya no es tan así pero es tarde. ¡Cuantos testigos se fueron para siempre con sus secretos!

En cuanto a la supuesta coquetería de doña Victoria, es probable que no fuera tal, sino las pinturas faciales para su función de “machi” y “perimontan” (médica y adivina).

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