Tres cuentos pampas

No sé, estimados lectores de Chaverías, si debo distraer vuestro tiempo para comunicarles mis pobres “saberes”.

Veo que éstos se me van quedando tan atrás en el tiempo, y tienen poca aplicación práctica. Es más, la mayoría no sólo no lo hallará interesantes; ni sabrá de qué les estamos hablando, en el entrañable y viejo lenguaje. Claro que siempre habrá curiosos del pasado; tal vez los lean con agrado. A ellos nos dirigimos.

Intentaré trasmitir literatura, pero esta vez no será la que vino con los europeos, esa la encontrarán en libros y bibliotecas. Tampoco los textos de las viejas civilizaciones, como el del Popol-Vuh de los mayas, por ejemplo, que contiene el cuento de la rebelión de los utensilios domésticos contra sus dueños, a miles de kilómetros y siglos de distancia, en el Chaco Salteño, nuestros chirigüanos vienen relatando la misma historia por tradición oral.

Aquí me referiré a esa literatura preexistente en forma de cuentos, leyendas, etc., que entroncando con el fondo ancestral de toda la especie humana, ya estaba en América desde 13.000 años.

Los pueblos indígenas las trasmitieron de forma oral, y luego pasaron a la población campesina, mestiza, y aún a los inmigrantes acriollados.
De estas raíces, conozco unas pocas locales, en lo que relativamente puedan serlo, pues con variantes, forman parte del acerbo común americano, de extracción no europea.

Intentaré trasmitirles tres, de prosapia pampa, como los hubieran contado “cuiviche” (los  antiguos). Aunque ellos no hubieran querido que huincas y puebleros los sepan.

De todos modos, les prestaré mi memoria, para que estos anónimos ancestros puedan contarles, queridos lectores, sus cuentos de picardía ingenua, que según decían ellos, sucedieron en “vilmapulito” (principio del mundo).

Cuando anden cruzando campo a lo oscuro, y sientan que la Lechuza arma un escándalo de chistidos y gritos, que suenan algo así como: “cha ca ca ca cha, ca, cacarú ¡tap! ¡tap!” tengan por seguro que se ha encontrado con el Peludo, su compadre, con el que no se lleva bien desde añares, y cada vez que se cruza con él, lo cubre de insultos, y éste trata de escabullirse, disimulando.

Sucedió que antes, el Peludo era constructor de cuevas, y la Lechuza le encargó una para ella.

-¡Encantado, comadre! ¿Dónde la quiere?
-En esta lomita nomás, compadre.

Y el peludo enseguida le cavó una cueva, medio estrecha y poco honda.
-Entre, comadre, a ver si le gusta la cueva-dijo el “Covür

Se metió doña Neque, la Lechuza, apurada, y quedó apretada en la cueva, y con la mitad de atrás del cuerpo afuera.

¡Ahí nomás el descarado del Peludo se le prendió de las verijas a la comadre! (la acosó sexualmente, como dicen ahora).

Es por eso que siempre que la Lechuza se cruza con el Peludo, le hace unos vuelos rasantes y le grita: “Cas.. cas… ¡cascarudo forzador! Tasp, tasp, chist, chist”

Para vengarse de la Lechuza, Covür, el Peludo, vio a su compadre, Guor, el Zorro. Estos son sus nombres pampas. A la lechuza se debe nombrarlaCoa, Neque, o Yarquen, no se debe decirle su nombre verdadero porque se ofende mucho y es capaz de hacernos “mal de ojo”, porque en “la lengua” pampa, de la raíz de su nombre verdadero chiuüd derivaron los indígenas el verbo chiuüdchiuúdún: estar en continua rotación, y también chiuüdn: dar vueltas y chiuüddrupaiún: caminar dando vueltas, y chuúddrupán: dar media vuelta, volcarse. Estos dos últimos son los que más rabia le dan, porque recuerdan para siempre la jugarreta que le hizo el Zorro en nombre del Peludo.

Una tarde que doña Neque, estaba posada en un tronco seco, el Zorro, empezó a caminar dando vueltas a cierta distancia de la Lechuza, conociendo lo enormemente curiosa que era el ave.

Esta, para no dejar de mirar qué hacía el Zorro, en vez de girar su cuerpo, daba vueltas la cabeza como siempre lo hace.

Siguió el Zorro dando vueltas a su alrededor, hasta que a la lechuza se le desenroscó la cabeza, y se le cayó al suelo. Desde entonces que no quiere oír la palabra chiuüd, su onomatopéyico nombre, ni sus verbos derivados.

Para que le devolvieran el cráneo, les tuvo que trenzar dos lazos de tientos que en cuanto los tuvieron, los compadres se fueron a divertir a una pialada puerta afuera, en un auca-malal (corral de yeguas cimarronas) que había en el pago.

El Peludo, al que el Zorro lo había tomado por zonzo, a la puerta del corral se cavó una cueva honda, estrecha y con una curva. El aprovechador del Zorro le dijo: “compadre, haga otra cueva para mí, pero bien grande, para dormir al fresco después de la pialada”.

El Peludo le cavó una ancha y derecha.

Empezó la pialada y la primera yegua que portió, el Peludo que se ató el lazo a la cintura, le echó un pial y se zambulló en la cueva curva, hinchó la cáscara y cuando terminó el lazo, volteó la yegua limpita.

El Zorro dijo: es fácil. Se ató él también el lazo a la cintura, se escupió las manos, compadrito, se requintó el sombrero, y de fanfarrón eligió al padrillo de la manada: del cogote lo enlazó y se zambulló en la cueva grande y derecha.

Cuando se terminó el lazo, salió de la cueva como un cañonazo, y el padrillo disparando campo afuera lo arrastraba y golpeaba en los cardales.

El Peludo le gritaba: “¡Eche verija, compadre, haga uña!” Y como al Zorro, apretado por el lazo, se le salían unos soretitos alargados y secos, el Peludo le avisaba: “¡Compadre, que va perdiendo los cigarros!

Pasado un tiempo, el Peludo encontró en una vizcachera la calavera del Zorro, que le brillaban los dientes a la luz de la luna, y le dijo:“¡Compadre, seguro que se está riendo porque se acuerda de aquella pialada!”

Por andar robando guascas por los galpones y pollos en los gallineros del pueblo, el Zorro se había llenado de pulgas.

De tal modo que no podía dormir ni cazar, se lo pasaba rascando, y había quedado la piel y los huesos.

Una mañanita, recorriendo el campo sin perros, para no asustar a los bichos, lo vi que andaba costeando un alambrado viejo y cada tanto sacaba velloncitos de lana de la que enredaban las ovejas al rascarse en las púas.

Cuando tuvo un montoncito regular, lo alzó en la boca y salió al trotecito.

Intrigado, lo seguí con cuidado de no asustarlo.

Fue derecho por una sendita hasta una laguna media honda que había, y se empezó a meter en el agua muy lentamente y cada vez más hondo. Después de un rato, comprendí qué hacía el Zorro.

A medida que las invadía el agua, las pulgas se corrían más arriba. Con toda paciencia el Zorro se hundía muy despacito y las pulgas se desplazaban.

Ya asomaba sólo la cabeza, y ahora sólo afloraba el hocico con el vellón de lana fuera del agua.

Esperó bastante, y cuando todas las pulgas estaban refugiadas en el vellón de lana, lo soltó de golpe en medio de la laguna, y salió como cohete. Sacudiéndose el agua, sin mirar atrás, se me perdió entre las pajas. ¡Animalito pícaro!

Osvaldo Furlani
Febrero 2010
Año del Bicentenario

“Última Esperanza”

“Última Esperanza”

¡LA HUMANIDAD! – ¿CREACIÓN? ¿SUPER ESPECIE?
QUE PARTIÓ DEL ALFA, Y MARCHA HACIA EL OMEGA
DUDANDO ESTÁ HOY – SI ACASO LLEGA.
PROPIO DE ELLA ES, QUE SE ENSALCE, O SE DESPRECIE.

-MAS CUANDO SU ATÓMICA AMENAZA MÁS ARRECIE
CRECERÁ SU AUTOCONSERVACIÓN, PRUDENCIA Y LÓGICA
RENACIDA ESPERANZA VERDE Y ECOLÓGICA
DISIPADA CONTAMINACIÓN, QUE EL MUNDO APRECIE.

Y AÚN DESARME, QUE LA SALVE DEL LUDIBRIO,
RACISMO, DROGA, SIDA, U OZONAL DESEQUILIBRIO.
PORQUE SI EN EL BONAERENSE DECIR NO ME EQUIVOCO
CIERTO ES QUE EL “HOMO SAPIENS”, PARECE LOCO,
Y LOCO SERÁ – ¡PERO NO COME VIDRIO!

RENGO SONETO “CULTERANO-ATOMICO” Y PAVOTE
NO HOY MEJOR LO HARÍA, DON GONGORA Y ARGOTE.

Osvaldo Furlani

Pido Que La Fortuna

Pido Que La Fortuna Te Brinde:

Un lindo poncho e’ vicuña
con los flecos argentinos
pa que te abrigue del frío
que dá el olvido.

Que te dé un lazo trenzado
con cuero e’ lobo marino
que te aguante los cimbrones
cuando piales tu destino.

Que te dé un facón de acero
que tenga cabo de plata
para pelear la calumnia
que es tan ingrata.
Un pingo ancho de encuentros
y espuelas de gran rodaja
para pechar a la muerte
si es que te ataja.

Y de plata y de marfil
Las boleadoras potreras
para bolear a la dicha
que es tan matrera.

Y un mate bien retobado
con buche de ñandú moro
pa que te cebe el amor
con la bombilla de oro.

Osvaldo Furlani

Leyenda Del Cartero

Leyenda Del Cartero

Zaino obscuro; hocico e mula,
¡escarciador el bagual!
pa su trabajo postal
ensillado con montura,
y alardeando galanura
clavel rojo en la testera…
Subía el pingo a la vereda
aquel cartero, – Moyano
daba las cartas en mano,
a las mozas casaderas.
Luego… ¡A vaciar el buzón!
antes que llegara el tren.
Porque las cartas también
las llevaba a la estación.
Y sujetando las riendas
de su zaino compadrón
repartía las encomiendas
por toda la población…
Y sin perder el respeto
no esperaba que le pidan
solía leerle las misivas
a tantos analfabetos.

Como era humano y correcto
siempre infundía esperanza
a quién la postal tardanza
hacía dudar de los afectos…
Fue el mensajero perfecto
del Chaves de mi añoranza.
Hoy lo evoco del olvido
galopando entre los vientos…
Con su cartera a los tientos
y el tango de su silbido
no sé, si fue su destino
modesta jubilación,
pero se corrió el rumor
o tal vez, yo le imagino
un final muy argentino
en un “baile e corralón”…
por disputar a facón
un corazón femenino.

Osvaldo Furlani

Coplas De Tiempo Y Huella

Coplas De Tiempo Y Huella

Del balance de la vida
en la cuenta del ayer
tengo anotadas las coplas
en la hoja del haber.

No hay que buscar a las coplas
hace mucho lo aprendí
cuando quieren que las cante
ellas me buscan a mí.

Me lo enseñó una baguala
allá por el Tucumán,
una noche en Aguilares
nunca la supe olvidar.

Entre acequias y zanjones
recuerdo aquella otra vez
me regaló Hilario Cuadros
una cueca en Guaymallén.

Coplas del Chaco y Misiones
Corrientes y el Paraguay
¡Por dormir con la guarania
me despertó el sapucay!

Ese negro, viejo y ciego
era toda obscuridad.
¡Pero el que más alumbraba
en poniendose a cantar!

Las viejas coplas porteñas
del “Tiempo e’ Rosas” tal vez
solía pasar el platillo
en el Parque Japonés.

Y aquel soldado, Pacheco
en el cuartel del Tandil
¡Eran coplas las mudanzas
de su malambo cerril!

Guitarras de los Freydias
adonde estaba el nidal
de las más viejas milongas
de mi Chaves ancestral.

Yo le pido a la “Pelada”
cuando me venga a buscar…
las coplas que he cosechado
¡Que me las deje llevar!

Osvaldo Furlani

Vargas

Vargas

Parados:
Santos Leiva, Domingo “Garra de Águila” Pereira, Nemesio Gómez de Saravia (Melcho), Encantalicio Conte (Delegado playa), Pablo Serra (Secretario General), Hector “El León” Mir, Santiago Colussi.

Sentados:
Felipe Alcaráz, Ramón Galeano (Vargas), de chiripá, delegado de mano, Armando “Toro” Vasquez, José “Rubio” Valle, Vicente “Chapa” Astudillo e Inocencio “Pichin” Coronel.

“Moneda que está en la mano tal vez se deba guardar
moneda que está en el alma se pierde si no se da”.
Atahualpa Yupanqui

Hace pocos días, en compañía de Rubén Jiménez, por ser dos de los raleados sobrevivientes de la antigua estiba, cumplimos el doloroso deber de acompañar los restos mortales del que fuera en vida don Ramón Jesús Galeano, para nosotros cariñosamente “El Chon Vargas”.

Uno más de los anónimos trabajadores criollos. Y gaucho de ley, si los hubo. Mientras formábamos parte del más que humilde y austero cortejo que asistía a su devolución a la madre tierra, de la que fue cabal hijo, no pude menos que pensar: se va uno de los verdaderos patriotas que hicieron nuestra Argentina.

Y recordé que lo conocí en su juventud, cuando era un bien plantado paisano, jinete, mensual de la vieja estancia “San Juan de Chapar”…

Y comencé a calcular; niño caballerizo, peón de campo, soldado en la cordillera, después no menos de 40 años estibando en la playa ferroviaria, cuando la ley limitaba “humanamente” el peso de las bolsas en “no más de 70 Kg.”

sus vacaciones fueron unas 60 campañas entre esquila grande y chica. Ya jubilado, unos cuantos años más como sereno, hasta que cerró la casa cerealista. Pero todavía, a su ranchito de la Ruta 3, venían a buscarlo para changas varias, porque hubo pocos baqueanos como él para las carneadas de cerdos, tirar una línea de alambre, hacer en un santiamén con unas ramitas los churrascos para todo un campamento, o castrar un potro…

40 años Tesorero de los Estibadores… Y nunca faltó una moneda… En su franqueza ruda, me manifestó su responsabilidad en ocasión de ciertas calumnias; “Vos quedate tranquilo, hermano, el Tesorero soy yo y voy a responder con plata y con plomo”.

Nunca “se le mezcló” el poco dinero de él, con el de la Sociedad de Estibadores, como hoy frecuentemente les suele ocurrir a funcionarios más instruidos, de instituciones más importantes.

Lo recuerdo en su carácter de delegado de la “cuadrilla chica”, terminado el pilote que estaba estibando, bajando los escalones del burro, secándose el sudor con el pañuelo de cuello, ladeando el chiripá para sacar la billetera (la del dinero de él), y decirle a varios compañeros ambulantes que llegaron ese año “de la seca grande” de Dorrego y Pringles donde no hubo cosecha:
– No puedo darles trabajo, porque ya dimos todas las changas solidarias a otros que llegaron primero… pero tomen estos pesos para que puedan seguir viaje…

Descansa en paz, COMPAÑERO con mayúsculas.

Y yo, cómo no voy a esbozar una mueca irónica, cuando viene algún imberbe asesor o un atildado político, a enseñarnos que para levantar el país “los argentinos tenemos que aprender la cultura del trabajo”.

Osvaldo Furlani
20/1/2004

Vargas

Don Santiago Colussi (Síndico)
Don Ramón Galeano (Tesorero)
Don Hermelindo Aramburo (Revisor de Cuentas)
Presentando el Balance Anual ante la Asamblea de Estibadores.

Pompilio, un caballo crespo

A los pocos probables lectores de “Chaverías”:

A riesgo de ser monotemático con relatos de chatas y carros, les voy a contar uno más. Éste no va a ser de los carreros de Chaves, pero no importa, porque los carreros de Lobería, los de Chaves, Juárez, Tres Arroyos, etc. convergían todos en el puerto de Quequén. Y allí, confraternizando, eran todos uno, en el puerto y en la huella, como lo son hoy en el olvido.

Debo aclarar que no son lo mismo carreteros que carreros.
Carreteros eran los antecesores, los de las carretas tiradas por bueyes. Después vinieron los carreros, los de los carros y chatas, arrastrados por caballos. (Salvo los carros cuyanos y de otras provincias, tirados por mulas).

Tampoco todos los carreros fueron gauchos de bota de potro, al contrario. Había muchos vascos, pero también de otras naciones y algunos hijos de la bella Italia.

Chata de Heraclio y Fructuoso Díaz, en el galpón de la Estación Alzaga. (facilitada por Tito Díaz)

Carreta de bueyes vadeando río.

Pueblo Chico… Cielo Grande

Ya salen, ¡al fin!, sus ocho años enfundados en el guardapolvo rabón, que deja asomar las rodillas, donde el talco quiere ocultar las raspaduras del último “picado”.

Las patitas de tero repican en el corredor, enfrentando el frío de la soleada mañana de aquel julio del treinta y tantos.
Ha quebrado a la pasada el carámbano que dejó la helada en la canilla goteadora del jardín.

Mira de reojo la gran escarapela azul y blanca, que viene luciendo con tanto orgullo, toda esa semana patria.

Dentro de esa cabecita de rebeldes remolinos castaños, semi-peinada, semi-despierta, se mezclan las lecciones de la maestra, las ilustraciones del salón y la admiración sin límites por esos Gauchos de Güemes, que a lazo y boleadoras echaron a esos antipátcos españoles ¡tan mandones! (Eso habría que hacerle al gallego” de la esquina, que no los deja jugar en la vereda).

Cuando sea grande, va a mandar, como San Martin, muchos granaderos; si casi se figura que la cartera de los útiles, que carga a su espalda, es la mochila del soldado “Patricios”, que está en la lámina de la “Historia de Grosso”. Sí, va a luchar y echar del país a todos los extranjeros…

Pero… de pronto se ha acordado del abuelito español, tan cariñoso, con sus inagotables bolsillos de caramelos… bueno,¡a él no, ni al vasco lechero que le da una vueltita en el carro de reparto, ni al turco del almacén, que siempre le da la “yapa”… la “nona” que le cuenta cuentitos en italiano… bueno a ellos los va a dejar, pero a ese gallego de mier…

Ya ha dado la vuelta al corralón, y queda momentaneamente deslumbrado por el brillo de la escarcha, que blanquea el inmenso potrero baldío, que deberá cruzar por el caminito del medio ¡Que heladon!.

Oye asombrado el sonido de un cencerro y entre el vapor que levanta el sol, descubre, ¡oh maravilla! una gran caballada suelta en el potrero, y cerca del caminito, una gran chata, de gigantescas ruedas, y bajo ella, sentado sobre una pila de aperos, tomando mate y acariciando a un perrazo barcino, frente a un fuego donde se dora un asado, hay un gaucho, ¡Como los de Güemes!, con poncho y todo.

Pero lo que lo deja tan pasmado, que hasta se olvida de la hora de clase, es que del tupido cicutar que hay detrás del carro, ha salido una yegua blanca y trotando junto a ella, el más bonito potrillito tobiano que pudiera haber soñado existiera en toda la pampa.

Verlo, y quedar prendado, es todo uno, es tan fuerte el recien nacido deseo de tenerlo, que sin saber como, se encuentre de pronto, medio abatatado, frente al carrero de adustos bigotazos, al que saluda con un timido “Buenos dias, señor”, que el viejo ha contestado con un carraspeo y el perro con un gruñido… Al fin, con vocesita apenas audible se atreve a preguntar: “Señor ¿no me venderia el potrillito?… Yo tengo dos monedas de diez y muchas de cinco en la alcancia…”

El viejo gaucho lo está observando con un brillito socarrón bajo las espesas cejas tordillas y ¡por fin!, después de chupar el mate habla, y al chico le parece que por su boca le hablara la Patria:
“¡Hum!, ¡ajá!, por tu laya se me hacia que eras un pichón de gringo, pero por esa escarapela veo que sos argentino… así que como argentino, has de ser medio de a caballo, y yo justo estoy precisando un caballerizo, así que si vos te animás a subir el potrillo, te lo regalo ¿Qué te parece?”. Loco de contento, ha aceptado inmediatamente, aunque ya pensando: “(y… andar sé, bueno… un poquito, el potrillito parece mansito…”) pero se acuerda de golpe, ahora tengo que ir a la escuela, y alarmado pregunta: “¿Señor, usted no se va a ir hasta 1 a tarde, verdad?”

Divertido, el viejo, lo vuelve a mirar y responde “Vaya tranquilo nomás, un argentino no hace esperar a la maestra, el potrillo va a estar aquí, yo tengo que esperar unos días, hasta que don Victoria, el herrero del fondo del potrero, me enllante las ruedas”.

Ya el chico ha cruzado corriendo por el caminito, cuidando de no mojarse los pies con el pasto, y doblando el otro corralón, está en la esquina donde empieza el empedrado. Todavía va a llegar temprano a la escuela pero ¡hoy es el dia de las sorpresas! Pasa un camión cargado de cajones, en el que va un hombre con una gran corneta de latón, pregonando: “iMandarinas de San Pedro! iA las ricas mandarinas! Como esto no es frecuente en el pueblo, no hay que perderse esta novedad; hay que mirar el camión, que ha parado en la esquina.

El hombre de la corneta baja del camión y arroja en la calle de tierra un cajón con varias frutas pasadas”, envueltas en lindos papeles verdes y rosas; vuelve a subir y se aleja velozmente. ¡Qué hermosos papeles para hacerse un barrilete! Hay que sacarse la mochila y meterlos en ella, pero, ¿Qué hacer con la fruta podrida, sino jugar a las bombas?

Todavia es temprano para llegar a clase, asi que sin la cartera en la espalda, se puede trepar al enorme poste de la “Unión Telefónica”, por la escala de estribos, como si fuera el Palo Mayor del barco del Almirante Brown, y arrojar de alli las mandarinas.

Casi desde la punta del poste, (¡Qué lindo se ve!) apoya el cajón con las frutas en la cruceta y observa que por la calle empedrada viene un Ford, sin capota, y haciendo un gran estrépito y más humo que la máquina “express” de la confitería París.

Al volante, muy orondo, se ha instalado don Nicola, el próspero chacarero italiano, con su cadena de oro cruzándole la panza, sobre el chaleco y la testa medio agachada tras el parabrisas de mica, para que el viento no le vuele la galera.

Entonces, el “Almirante Brown”, rompe el fuego por estribor, y la primera “bomba mandarina” revienta en el capot de don Nicola, que asombrado, se incorpora sobresaliendo del parabrisas, lo suficiente como para que la segunda andanada del “corsario” le haga volar el “borsalino” de la cabeza.
Pero entonces ya ha divisado al causante, por lo que aplicando sus “infalibles” frenos… pasa de largo frente al palo, vomitando itálicas maldiciones y logrando detenerse como a una cuadra, se apea y comienza a correr hacia el poste, gesticulando furioso.

El “almirante” piensa que debe volar la santabárbara antes que rendirse, pero como emergiendo tras del Ford de don Nicola, corno los granaderos tras los muros del convento, se lanza a la carga el misrnísimo sargento Ciriaco, jinete en su tordillo, reboleando su enorme sable; empieza un vertiginoso descenso del mástil, salteando escalones, y como la cosa apura, de casi la mitad del poste se lanza al suelo, volviendo a pelarse las rodillas, y dejando la cartera, huye perseguido por la caballería argentina y la infantería italiana al mismo tiempo.

Como una centella dobla el corralón, penetra al potrero, y se zambulle en el cicutal, mojándose el guardapolvo con la helada, y queda agazapado temblando.
Pero entonces, de la cercana chata, oye la voz del carrero que le ordena: “Vení, matrero, metete bajo el carro, que para hacerte perdiz se te ve blanquear mucho entre el cicutal”, subite al catre y quedate quieto, que par salvarse de la partida hay que ser sereno.

Trepa el chico hasta la hamaca de bolsas que cuega siempre del piso de las chatas, venciendo la repugnancia del olor a cuero y el miedo al perro que le gruñe; el gaucho viejo lo cubre totalmente con unas matras y el poncho que se ha quitado.

Escucha fuertes pasos, y segundos después, casi sin respirar de miedo, oye esta conversación:
– “Dove stá il brigante”
– Epa, amaine, que me asusta los cabal1os. ¿El vigilante, dice? Ahí viene atrás suyo; llegan a tiempo para churrasquear”.
– Ma no ¡il bambino!
– Sí, vino tengo, pero si va a ir a buscar más, vaya nomas.
– ¡Ma Cristo! io busco al Mazcalzoni.
– “Sí, malcalzada está la rueda, por eso vengo a la herrería”.

Se oye torear al perro, y el gaucho: ” ¡Juera, perro! ¿Lo mordió?”
– ¡O porco cane!”
– ¿Poca carne? ¿Le parece? Ensarto otro churrasquito”
– Ma no, el chico, io lo amazzo”!
– “¡Le parece chico y se va a poner a amasar tallarines ahora! Coma, que el asado alcanza y sobra”.

Se detiene un galope. “Salú sargento, llega a tiempo, pegue un tajo”.
– Gracias, don Braulio, estoy de servicio, ¿no vio pasar a un muchacho corriendo?”
– “Sí, se ganó por el hinojal de la otra punta”.
– “Bueno, don Nicola (se oye al sargento), usted que tiene auto, de la vuelta a la manzana y espere en la otra cuadra, a la salida del baldío, contra la herrería. Yo con el caballo le vaya arriar a ese vago para su lado y así lo agarramos; no se meta en el yuyal que se va a mojar todo; vaya no más”.

Se oyen pasos que se alejan y ruido del Ford.
“Ate, sargento, el pingo en la rueda y priéndase al churrasco, que la helada es brava; el gringo ya se perdió de vista”.

Una manaza levanta las pilchas del catre y el viejo mirándolo muy serio le dice: “entregate, muchacho; el sargento vio tus huellas en el rocío, y sabe que estás en el catre… peor si te agarra el gringo”.

Sale entonces, “haciendo pucheros”, de debajo de la chata, para verse al lado del mismísimo sargento, que con su rostro aindiado lo mira severamente.
El chico observa el enorme sable al costado del policía y los grandes galones blancos, del codo al hombro, en el uniforme bayo y descolorido.

“¡Caiste, matrero!, le dice tomándolo de un brazo, y sacando unas relucientes esposas le pone una en la muñeca flaquita, que baila dentro de ella.

Lo ve casi por llorar y le dice algo más blando: “Mirá, gringito loco, más te conviene ir preso, que te agarre tu paisano.

El gaucho interviene y dice: “No, si este no es gringo, así como lo ve, medio alazán y zarco,es argentino y domador de potrillos; bueno, si va a parar al cepo, es mejor que antes le de permiso para que se caliente en el fogón, que está mojado de los yuyos y se tome unos mates para aguantar mejor”.

Le pasa la enorme calabaza, que le llena toda la mano libre y se esfuerza en tragar junto con las lágrimas el enorme cimarrón, tan distinto del matecito dulce y enlazado, que usa su madre, y que “después que tomen los mayores”, suele probar a veces.

Devuelve el mate medio lagrimeando, aunque le pareció que bajo los bigotes blancos y amarillentos de tabaco del viejo, se esconde algo así como una sonrisita.

Bueno, ¿Por qué no me lo larga, mi sargento, que este es criollo como usted, no ve como cimarronea?, y además yo lo preciso para que me dome los potrillos.
– Bueno, amigazo, si usted lo pide, lo voy a poner en libertad, por esta vez. Mirá, rubito vago, no vaya a ser que te largue y salgas gritándome cosas. Cada vez que yo pase, vos te tenés que cuadrar, como cuando suben la bandera en la escuela, y me saludás ¡Adiós, mi sargento!, ¿entendiste? Bueno, ahora andate a tu casa, inventate una excusa por la faltada a la escuela ¡Ah! y tomá la cartera, que yo la alcé en la esquina, porque si el gringo te la veia, con la bronca se la come… y le sacó las esposas.

Los talones le dan en la nuca, disparando para su casa, mientras oye las risotadas del sargento y del carrero, que se quedan churrasqueando bajo el carro.

… Se fue el invierno, vinieron las vacaciones, el potrero se llenó de tucuras y mariposas, el pasto está reseco, pero todas las tardes, al caer el sol, cuando deja el servicio y cruza el caminito en el tordillo, rumbo a su casa, el sargento ve al chico, firme, junto al alambrado del patio que da al baldio y oye su vocesita: ¡Adiós, sargento Ciriaco!
“Portate bien, rubio”! … y la gallarda estampa del jinete se pierde en el polvaderal…

Después, como en la zamba, las nieves y los años, me arriaron lejos. Lo que ayer fue esperanza hoy es recuerdo…

El viejo potrero se cubrió totalmente con las casas del centro… Los vendavales se llevaron el poste de la esquina… La chata de don Braulio se fue convirtiendo en polvo en alguna rinconada del camino… El asfalto cubrió las calles, y el herrero don Victorio se fue a arreglarle a Tata Dios las llantas del Arco Iris…

TIEMPOS NUEVOS
Un hombre corpulento entra apurado en el Banco Provincia, tiene poco tiempo que perder; cobrar cheques, pagar un impuesto y salir enseguida, debe viajar y tiene el pasaje anticipado.

Nerviosamente, hace sus diligencias, y al fin se retira de la ventanilla, pero en la humilde cola de los jubilados, advierte a un viejito alto y flaco, que aguarda su turno con marcial apostura.

Duda en demorarse; no está seguro de reconocerlo, no puede perder tiempo, pero, asi y todo, al pasar, se cuadra y por las dudas, le dice: “¡Adiós, sargento Ciriaco!”. El viejo lo mira opacamente, sin parecer conocerle. Entonces, el hombre, algo avergonzado sigue presuroso, pero ya a punto de trasponer la puerta de vaivén, le llega una voz cascada, una voz que le retorna de pronto a un mundo perdido, un mundo de potrillos, de bolitas, de gomeras…
“¡Portate bien, Rubito!”.

Club Atenas

La Saga del Club Atenas

1951-1954

Una barrita de tantas, de jóvenes comunes, se organizan para que dos de ellos, Juan Gabino Atairo y Julio Elías Catub, que tenían grandes cualidades atléticas, pudieran desarrollarlas.

Luego espontáneamente se empiezan a nuclear en un club las más heterogéneas actividades deportivas, atléticas y culturales, que estaban abandonadas por las instituciones “grandes”.

Asistíamos al despertar de todo un amplio sector, de origen popular que había vivido socialmente marginado hasta entonces de este tipo de actividades y que con la mejoría de la situación económica y la humanización de las condiciones laborales, encontraba un margen de ocio del que antes no había gozado, para desarrollar esas inquietudes.

Se trataba de un grupo cívicamente virgen, con la euforia ingenua debida al triunfo político y social de las clases nacionales, hasta entonces históricamente postergadas.

Tal vez pecaban inconscientemente de un cierto espíritu de traviesa, pero no malintencionada irreverencia hacia las anquilosadas figuras tradicionales, de dirigencias anteriores, recientemente desplazadas por las urnas en el más cristalino acto electoral de que había memoria, después de décadas de “concordancias”, “contubernios” y “fraudes patrióticos”.

Era humanamente imposible evitar que entre muchos de sus componentes se manifestaran adhesiones a los líderes de la época: el general Perón y Evita, pero eran expresiones sinceras y desinteresadas y nacían espontáneas del sentir colectivo, por otra parte casi todas las otras instituciones hacían oficialmente las mismas adhesiones, quizás no tan autenticas y más de una vez interesadas y acomodaticias.

¿Era el club naciente, instrumento de las autoridades municipales locales? Lo real era que nos manejábamos en forma por demás democrática, en asambleas casi anárquicas y más de una vez tumultuosas, donde todos opinaban, y que se realizaban en domicilios particulares cedidos por asociados.

Pero sus dirigentes conducían el club, guardando meticulosamente las formalidades legales, estatuarias y protocolares de relaciones públicas con otras instituciones.

También una inmaculada administración financiera de la que hoy mismo, 43 años después, sería posible rendir cuentas con los comprobantes a la vista.

Comparado con el otorgado a otras instituciones locales, el apoyo oficial recibido en lo económico, fue insignificante. Nunca alcanzó a cubrir los gastos de eventos populares que realizábamos e indefectiblemente los asociados terminábamos completando de nuestros magros bolsillos el saldo de las erogaciones.

En la Comisión Directiva formaron parte vecinos de otras filiaciones políticas que nunca manifestaron desacuerdo, ni aún en el mayor acto que realizó políticamente el Club que fue el envío de una corona floral, al busto de Evita recientemente fallecida, acto protocolar que cumplieron todas las otras instituciones de la época, pero que tal vez porque de nuestra parte era expresión de pesar sincero, sólo a nuestro club le fue después recriminado.

1955 “Deben sé lo gorila, debensé” Llega la Revolución Libertadora

Al amparo de fuerzas militares que ocupan nuestra ciudad, se produce un período de manifestaciones tumultuosas, de revanchismo político, se arrastra el busto de Eva Perón por las calles céntricas, se arrancan placas y símbolos del “régimen depuesto”.

Se forman “comisiones investigadoras”, constituidas en tribunales inapelables. Se destituyen funcionarios públicos, hay reacomodamientos de otros que hasta el día anterior hacían tal ostentación de obsecuencia que nos repugnaba a los mismos simpatizantes sinceros.

Con la llegada de “la libertad” quedan prohibidos los partidos políticos.

Como a tantas otras entidades, las autoridades militares “interdictan” al Club Atenas guiados por informes de “Los comandos civiles revolucionarios” locales que lo caracterizan como: “grupo de elementos del régimen depuesto que encabezaba el tirano del apellido de la palabra prohibida”

Los recordados bailes populares de Atenas son descriptos como: “las orgías que en el Palacio Municipal efectuaban los esbirros del tiranuelo local”.

Tres miembros poco importantes del club -Vicente Góngora, Héctor Vásquez (ya fallecidos ambos), y Osvaldo Furlani, que sobrevive para relatarlo, son detenidos públicamente, esposados, introducidos en dos automóviles facilitados a la policía y manejados por dos “caracterizados vecinos” ante los aplausos de una “selecta multitud” de la “ciudadanía democrática” congregada frente a la comisaría local, para presenciar el traslado de estos “secuaces de la tiranía” con rumbo desconocido, a disposición de la marina de guerra.

Se tronchaba así la institución que estaba en continuo crecimiento, y acababa de adquirir su campo de deportes, se desperdigaron sus pertenencias, no se le otorgó la Personería Jurídica que estaba en trámite y se creyó amedrentar a sus integrantes.

El sector popular que le daba sustento se vio sumergido en el deterioro económico, agregado a la pérdida de sus derechos, laborarles, sociales, civiles y algunos de sus deportistas, más asustados o más oportunistas, renegaron de la institución de sus orígenes.

1957: Duros de morir

La Revolución Libertadora “graciosamente” se digna a devolver los derechos constitucionales, con la sola excepción de los derechos políticos del partido mayoritario que sigue prohibido (casi el 80% de la ciudadanía).

Según una de esas frases hechas, que tanto suelen emplearse: “el argentino es un pueblo sin memoria”.

Pero los intelectuales que la pensaron, no saben que el pueblo sobre esto, hace rato que expresó su sabiduría, por boca de su poeta máximo, José Hernández, en “Martín Fierro”:

Es la memoria un gran don
Calidad muy meritoria
Y aquellos que en esta historia
Sospechen que les doy palo
Sepan que olvidar lo malo
También es tener memoria.

Así que olvidando agravios y perjuicios, una vez más se reúnen, según una descolorida “Acta Nº 31” del 7-6-1957, en el salón cedido por el legendario Francisco Calvo, los asociados del Club Atenas: Enrique Alfonsín, Vicente Góngora, Norberto Furlani, Oscar Ezquiroz, Osvaldo Furlani, Roberto Prandini, Domingo Palermo, Rubén “Zafarrancho” Pereyra, Julio Lleral, Héctor “Agüita” Juárez, Héctor Roteta, Héctor Abraham, Juan Carlos Lozano, Osvaldo Pedone y Luis Zurita, para formar una comisión provisoria, a fin de reconstituir el club.

Retomar contacto con la Liga de Fútbol, recobrar muebles y útiles dispersos, reclamar el ring y elementos de boxeo propiedad del club que están en una institución ajena, correr el alambrado del campo de deportes que estaba ocupado por extraños, organizar un baile, rifar la bicicleta donada por Prandini y citar a Asamblea Extraordinaria para rendir balance y elegir la Comisión Definitiva.

El 12 de Octubre, Gran Baile Popular, conmemorando el 7º Aniversario. Se hace en el “Hotel Los Pirineos”, cedido por el socio Vicente Pirossi, y la Asamblea en el mismo salón aprueba el Balance de la Institución resucitada, con un saldo de $17.232, y elige la Comisión Definitiva:

Presidente: Santiago Thevenón, Vicepresidente: Roberto Prandini Secretario: Néstor Yarú, Prosecretario: Vicente Góngora, Tesorero: Alfredo Estabillo, Protesorero: Rubén Pereyra, Vocales: Alberto Benitez, Juan Carlos Luro, Alejandro “Pililo” Adala, Domingo Palermo, Héctor Roteta, Héctor Juarez, Martin Ciancaglini y Juan Carlos Losano. Revisores de Cuentas: Norberto Furlani y Osvaldo Furlani.

Se designa a Julio Lleral para concretar una entrevista con el Sr. Intendente Municipal, ingeniero Juan Iroulart, a fin de conseguir cooperación municipal para diversos trámites y asesoramientos.

Se encomienda a Enrique Alfonsín y Norberto Furlani lo pertinente al título de propiedad de los terrenos. A Osvaldo Furlani para dar información a la prensa. Se mantiene el estado permanente de Asamblea a fin de admitir a los ex socios que quieran incorporarse.

Estuvieron presentes o se incorporaron después: Luis Zurita, Domingo Palermo, Julio Lleral, Enrique Alfonsín, Mario García, Isidro Irrazabal, Norberto Furlani, Raúl Ducos, Fermín Catalino, Celestino García, Néstor Yarú, Pablo Serra, Tito Juárez, Roberto Zubeldía, Osvaldo Furlani, Ciriaco Irrazabal, Enriqueta Medina de Irrazabal, Héctor Raúl Juárez, Alfredo Estabillo, Armando Blanco, Martín Ciancaglini, Baltasar Virgilio Ríos, Héctor Roteta y Juan Carlos Luro.

Durante el tiempo que duró la Asamblea Permanente se concretó la entrevista con el señor Intendente Iroulart, concurriendo por el club, Lleral, Alfonsín, Zurita y hermanos Furlani.

Se acordó ad-referéndum de la Asamblea de levantar un barrio de viviendas, sin perjuicio de que lo obtenido por la venta de los lotes se done a instituciones benéficas.

Días después comunicó el Intendente que en la ciudad de La Plata, había iniciado el trámite de levantar la interdicción con buenas perspectivas.

Mientras tanto, Luis Zurita y Osvaldo Furlani, en su doble carácter de miembros de Atenas y representantes gremiales de Obreros Panaderos y Rurales y Estibadores, respectivamente, y en unión con Delegados de la Sociedad Empleados de Comercio, Antonio Massa y José Cernuda, asistieron a una Asamblea Popular que se llevó a efecto en el Sindicato de Estibadores, para difundir un plan de préstamos mínimos para la vivienda familiar del Banco de la Provincia de Bs. As. cuyo gerente ofreció el apoyo si se concretaba la iniciativa del barrio. En efecto, se propone que el Club done su propiedad para levantarlo.

Para esto la Asamblea aprueba lo siguiente, como el último acto antes de disolverse: Nombra la Comisión Liquidadora del ex Club Atenas, compuesta por:
Presidente: Luis Zurita
Secretario: Osvaldo Furlani
Secretario de Actas: Néstor Yarú
Vocales: Enrique Alfonsín, Norberto Furlani, Domingo Palermo y Julio Lleral.
Se le da amplios poderes para llevar adelante el proyecto, sujetándose a los siguientes requisitos:
a) que los lotes se adjudiquen a obreros, empleados o personas de modestos recursos a precios de estímulo y con las facilidades mayores para su pago.
b) que lo recaudado en este concepto se distribuya entre las siguientes instituciones:
• 50% Hospital Elicagaray
• 25% Hogar de Ancianos
• 25% Biblioteca Bernardino Rivadavia
c) si fuera necesario rematar un lote al mejor postor para financiar gastos de escrituración, planos, acondicionamiento, etc. Si quedara algo se distribuirá en la misma proporción que fija el punto b.
d) el barrio que se construyera deberá denominarse “Atenas” como recuerdo de la extinguida entidad.
e) Se podrá recabar colaboración de autoridades, bancos, sindicatos, instituciones, etc. cuidando de no dar cariz político al proyecto.

El 3/8/64 se reúne la Comisión Liquidadora en el Sindicato de Estibadores con la sola ausencia de D. Palermo por enfermedad.

Telefónicamente se solicita la presencia en la reunión del Sr. Intendente Iroulart. Minutos después éste se hace presente y expresa que sus gestiones en La Plata tuvieron éxito, dando lectura el secretario de Actas Yarú el dictamen de Dirección de Hidráulica levantando la interdicción de la manzana:

Dice el Sr. Intendente que se entrevistó con el Sr. Vellano, dueño anterior quien no tendrá inconveniente en escriturar. Se agradece al Intendente tan exitosas gestiones y luego de debate se decide que Alfonsín y N. Furlani entrevisten al escribano, Sr. Shortrede, a fin de que ejecute el boleto de compra-venta. Se resuelve rematar un lote, para gastos de escrituración y tener un promedio del valor de la tierra.

Se remite nota al Poder Ejecutivo Municipal para que obtenga del Honorable Concejo Deliberante condonación de tasas, apoyo, y que designe la manzana como “Barrio Atenas”.

El 28/5/1965 en el domicilio de Domingo Palermo se reúne la Comisión Liquidadora faltando sólo Julio Lleral. Se da cuenta de una comunicación del H. Concejo Deliberante con copia de resolución del Cuerpo eximiendo impuestos del Club.

Se da cuenta que el Sr. Intendente Iroulart, Zurita, O. Furlani y Alfonsín se trasladaron a Tres Arroyos donde entrevistaron al Ministro de Obras Públicas de la Pcia. de Buenos Aires Sr. Rudi y al Director de la Vivienda, obtuvieron la promesa de dichas autoridades de construir en la manzana de Atenas viviendas por el sistema “Atempam” para lo que había que donar el terreno al Instituto de la Vivienda, lo que se realizó con la condición que se levante un mínimo de 20 casas.

El 1/6/65 en el Palacio Municipal se constituye la Comisión Liquidadora de Atenas en pleno con la sola ausencia del vocal Lleral. Son recibidos por el Sr. Intendente Ingeniero Iroulart y secretario Dr. Blas Román. Se pasa a considerar la concreción del Barrio.

Informa el Sr. Intendente que tiempo atrás recibió visita de funcionarios del Instituto de la Vivienda que inspeccionaron la manzana de Atenas y otros terrenos. Expresa a continuación el secretario de Atenas, Furlani que de lo dicho se desprende la impresión de que es poco probable que el Instituto usara la manzana. Responde el Intendente que aunque no lo descartaron podría darse la posibilidad que se eligieran otros lugares aunque hubiera que comprarlos a sus dueños.

La comisión reiteró su apoyo para que la obra se realice en un lado o en otro, pero aclarando que de no efectuarse en sus lotes, quedaba libre de todo compromiso de donar las tierras al instituto y procedería a concretar los fines de su mandato por los medios que creyera más idóneos.

Se acordó con la comuna para el caso de desechado el primer plan se realizara cualquier otro similar. Preguntó el vocal Alfonsín si no se podía ganar tiempo tomando el Municipio las tareas de nivelación, apertura de calles, etc. Expresó el Ingeniero Iroulart que entendía que no habría dificultad, informó también que el Sr. Vellano prometió para junio venir a firmar la escritura.

Se agradeció a las autoridades sus gestiones y acto seguido se retiró la Comisión a seguir deliberando en el local del bar Palace.

Se resolvió tener un compás de espera aguardando la decisión del Instituto de la Vivienda; mientras proseguir los esfuerzos para escriturar y lograr la mejor urbanización de los lotes.

Otra vez sopa. Nueva ruptura institucional en el país. Ahora “Onganiato”.

Tras largo silencio de radio el 14/8/67, el Departamento Ejecutivo con la firma de Heriberto Iranzi y Jorge Raúl Arambillet, nos dirige una nota solicitando la donación de nuestra manzana, pues dice que levantará 20 viviendas para 1968, por el Plan “Provincia y Municipios” y le es imprescindible tener el dominio inscripto a nombre del municipio.

Se contesta que en principio se aceptaría, pero se pide una Audiencia pues la Comisión Liquidadora tiene requisitos imperativos para dar cumplimiento a su mandato.

Tras nuevas tramitaciones se arriba a un Convenio, cuyas cláusulas contemplan todas las aspiraciones de la Comisión Liquidadora, del que se labran 3 ejemplares, uno en nuestro poder, donde la Municipalidad, bajo firma de Intendente y Secretario toma a su cargo el terreno, para cumplir el compromiso acordado.

Hemos arribado al año 2004 y no solo la Municipalidad no cumplió hasta ahora una sola de las condiciones, ni aún la para ella menos gravosa y para nosotros moralmente más importante: el nombre del Club Atenas, levantándose en el predio actualmente un cartel que lo denomina “Tantanakuy”.

Otras actividades:

  • Ciclismo en Atenas
    Oficial Elfio Brignoni (después Jefe de la Policía de la Pcia. de Bs. As.) fue vicepresidente. Como delegado del club ante la F.E.C.S.Y.D.A. acompañó a la Capital Federal a nuestros ciclistas que habían logrado ser finalistas del gran premio “Silvio Inocenti”. De los $500 que le dio el club, a su regreso devolvió a Tesorería $300. Con $200 se arreglaron para pasajes de ida y vuelta, traslado de bicicletas, estadía, etc. y fueron distinguidos por su conducta deportiva intachable, si bien no pudieron triunfar.
    Algunos ciclistas: Hipólito Leandro Zapata (realizó la Prueba de Permanencia en bicicleta en la Avda. Belgrano, que hizo época, reuniendo una multitud, día y noche). Felipe Melo, Arnaldo Melo, Cacho Durante, A. Durante, Martín Ciancaglini, etc. A Cacho Álvarez el club lo envió a correr a la ciudad de Catamarca.
    Formaron parte de la Subcomisión de Ciclismo: José Crescimbeni (H), Adolfo Premezzi, Roberto Prandini, Roque Vitola, Zoilo Martella, Alejandro Adala, Raúl Rímoli.
  • Para los niños se realizaban carreras de autitos a pedal con premios de juguetes y golosinas y matinée gratis en el Cine Coliseo.
  • En Boxeo, dirigidos por Ramón Orellana Goyer, fue famoso “Kid Tarato” (Héctor Benavides).
  • Veladas teatrales organizadas por Alfredo Estabillo con aficionados locales.
  • Concursos de palabras cruzadas.
  • Atletismo
  • Maratones, jabalina, disco y bala; auspiciaban atletas locales a competir a otras localidades
  • Los carnavales de 1954: Corso y bailes en la Terraza Municipal
    Actúo el cantor de tangos Ángel Vargas. Vino el conjunto de DiSarli (estrenó en Atenas el tango “Arriba Pascualito” motivado por el título mundial de Boxeo de Pascual Pérez ante el japonés Shiray).
  • Invitados por Independencia, presentamos un equipo para competir en el primer campeonato de Básquetbol que se jugó en Chaves (vistieron las casacas de Atenas, entre otros, Oscar Ezquiros y Juan Schiffini)
  • Se presentó el equipo de Educación Física de la Escuela Técnica de Tres Arroyos en el Cine Coliseo, gratuitamente para todo el público.

Nombres de socios que pudimos rescatar de documentos y memoria:

Faltan muchísimos, casi todas las damas, es casi imposible tantos años después, pedimos disculpas.

Los 10 fundadores: (Acta Nº 1 de fundación el 1º de Octubre de 1951, en un saloncito de la calle General Paz que nos prestó un inmigrante italiano recién llegado: el sastre Gabriel) Luis Zurita, Juan Gabino Atairo, Osvaldo Furlani, Carlos Freidiaz, Humberto “Mocho” Boriosi, Mario García, Julio Elías Catub, Ramón “Tito” Juárez, Isidro “Chirola” Irrazabal y Norberto Furlani. Son también su primera Comisión.

Los dos primeros adherentes: Raúl Ducós y Ramón Orellana Goyer (se ofrece gratis como masajista y promotor de boxeo del club).

Después, sin orden cronológico y excluyendo los nombrados en otras partes: Alberto Pegge, su esposa e hija, y su hijo (miembro del equipo de fútbol), un hermano de Palermo, Armando Gándara, Flavio Maglione, Rubén Cuestas, Aurelio Dimartino, Juan Villoldo, Hilda Saenz de Palermo, Jorge Harkan, Benicio Frias, Néstor Rodríguez, Armando Menéndez, Humberto Balón, Carlos García, Aníbal “Rulo” García, Eduardo Loyola, Rebollini, Reinaldo Menéndez, Roberto Saide, Américo Matrelle, Leopoldo Carnota, Antonio La Canale, Roque Pilla, Nicolás Algañaráz, Horacio Lhomy, Rodindolfo Cejas, Néstor Montes, Segunda Reynoso de Zurita, María del Carmen Zurita, Delfor Pereyra, Edmundo Di Marco, Juan Carlos Durante, Carlos Nintzel, Marcelo Diez, José Domingo Colonna, José María Plá, Juan Epherra, Domingo Di Marco, Alí Bermejo, Néstor Cabrera, Jesús Ciancaglini, Dardo Baldovino, Julián González del Campo, Ebar José García, E. Pacheco, Juan Frígoli, Rodolfo Lacanal, Oscar Maglione, Osvaldo Bustos, Mario A. Tano, Adolfo Negreiro, Sebastián Bellucci, Hernán Cepeda, Juan Vitola, Adalberto Tierno, Domingo Yanunzzio, José Antonio Menna, Miriam Suria, Blanca Aranzabe, Elsa René Leguizamón, Julián Musa, Tano Odol Piero, Norberto Lucea, Carlos Omar González, Gilberto Orellano, Nélida Montes, Héctor Álvarez, Ismael Tavieres, Antonio Saenz, Oscar A. Mendos, Américo Alesandrini, Raúl Edgardo Amado, Carlos A. Bravo, Federico Blanco, Emilio A. Colonna, Daniel N. Cepeda, José Correa, Marcelino P. Carrera, Elida Figueroa, Primitiva Herrera, Pedro D. Melo, Rodolfo Michiels, Jacinto Montes, Lolo Lleral, Omar A. Lozano, Adolfo V. Jara, Oscar Gandarias, Osvaldo H. García, Enrique Villar, Ángel Solfa, Nicéforo Rodríguez, Pedro Pablo Miranda, José Pedone, Tomas Duplatt, Modesta Vásquez, Máxima Suárez de Vásquez, Antonio Almeida, Rubén Bizcar, Isidro Aran, Roberto Paciarotti, Victoriano Milla, Santiago Piuci, Eduardo Armesto, Osvaldo Collivignarelli, Josefa Continelli, Mercedes S. V. de Rebollo, Luisa Carmen Barragán, Juan Rossini, Federico Rossini, Carina Ibarra, Estela B. de Rossini, Carmen M. de Rossini, Alberto Menna, Víctor Di Marco, Omar Tudor, Julio Ricardo, Juan Nintzel, Néstor Sanz, Reinaldo Pascucci, Rubén Arbulo, Santiago O. Casco, Badi Gerges, Emir Valbuena, Miguel Fortunato, Delfor Pereyra, Rolando Álvarez, Julio Jorge, César Ramírez, y para finalizar, sin agotar la nómina, Pablo Gómez, estibador ambulante, proveniente de Las Flores, quien auspiciado por Atenas realizó con mas de 60 años de edad un récord de permanencia caminando en la Avda. Belgrano, durante 3 días y noches, congregando una multitud de público que lo alentaba.