Pero yo me interesaba poco, porque, muchacho pavote, tenía mi atención absorbida por las volteretas y frases cortadas del guacamayo de hermoso plumaje que tenía la anciana en un perchero de su patio, florido de madreselvas, mburucuyas y jazmines.
Se dice que la mayoría de los inmigrantes llegaban “con una mano atrás y otra adelante” y aquí “se hicieron la América”.
Desafortunadamente para mis finanzas, no es mi caso. Justo me toca genéticamente descender por ambas ramas, materna y paterna, de los que como excepción de la regla, tuvieron bienes en Europa y aquí no prosperaron económicamente. Mis ancestros extranjeros no se desvelaban mucho por el dinero, para ellos sólo era un medio, jamás un fin.
Los bisabuelos españoles se dedicaron a la poco lucrativa docencia. Trajeron en carreta la primera escuela rural, en 1888, a los campos del que hoy es partido de Gonzales Chaves.
El bisabuelo italiano era técnico naval, cuando Roca renovó la flota durante el conflicto de límites con Chile.
Fue amigo personal del General Nicolás Levalle, el de la frontera del desierto, que en realidad era otro gringo que castellanizó su apellido “Levaggi”.
Ambos se reunían en el arsenal de guerra, donde hablaban largo y tendido de la Italia, de Giuseppe Garibaldi, etc. ¡Pero qué paradoja! No podían prescindir de interminables rondas de mate amargo que cebaba un soldado, costumbre contraída por Levalle en sus años de fortines, compartidos con Pichi Huinca (Cristiano Chico), cacique de los “indios amigos”.
Y al relatar esto, se me ocurre observar: ¡Certeza la de José Hernández, cuando a través de “Martín Fierro” habla de “los gringos enganchados”!
Y lo pasan sus mercedes
Lengüeteando pico a pico
Hasta que viene un milico
A servirles el asao
Y eso sí, en lo delicaos
Parecen hijos de rico
A propósito de “indios amigos”, otro ejemplo de aculturación argentina. Le pediré ayuda a don Álvaro Yunque que lo expone más brillantemente de todo lo que pueda mi pretensión.
“En Pichi Huinca y Tripailao, argentino aquel y araucano éste, caciques ambos sobrevivientes a la devastación llevada a sus tribus, aún después de 1880 subsiste el odio entre indios chilenos y argentinos, fomentado por militares que halagaban su vanidad para obtener su ayuda como baqueanos.
Habla Pichi Huinca (Cristiano Chico) de su enemigo Tripailao, un araucano que sirvió a Paunero y Levalle.
«Tripailao, indio chileno, malo. No me querer a mí, porque pelian con él en la salina, años muchos, yo siempre fiel a don gobierno, general Campos conoce a mí. Sí. General Levaye, ese barba grande, lindo general Levaye, conoce mucho, yo y mi gente pelian siempre contra indio malo»