El pensamiento humanista en los letrados confucianos

4) Bondad y equidad, moralidad, lealtad y perdón según los confucianos.

Este capítulo de moral y filosofía se ha practicado siempre en las sociedades humanas, sin distinción de tiempo ni lugar, pero se ha vuelto más importante en nuestra época, en la cual la naturaleza humana corre tan grave peligro.

Cuando los contemporáneos advierten la tendencia de los confucianos a hablar de bondad, equidad y moral, exclaman: chácharas de viejos, muestrario de antiguallas caducas, todas cosas nacidas de la boca de maestros desecados por los inviernos, y que huelen a podredumbre. Pero las reglas esenciales de la bondad, la equidad y la moral surgieron hace miles años de las chácharas de los viejos, exactamente del mismo modo que el uso cotidiano de las telas, los granos y las legumbres en la vida de los hombres, lo que prueba que una cosa ha podido atravesar el curso del tiempo y seguir siendo siempre actual. Por eso, aunque ésta no fuera la razón suprema bajo el cielo, no podrían calificarse a esas enseñanzas de chácharas de hombres antiguos o modernos.

Por lo demás, si examinamos atentamente a un hombre que profesa el desprecio a la bondad, la equidad y la moral, comprobamos que, sin que lo haya advertido, ese hombre recibe desde su más tierna infancia los efluvios trascendentes de la bondad, la equidad y la moral. Lo que mueve a un hombre a esos sentimientos involuntarios, es la fuerza de la bondad, la equidad y la moral. Mong-tsé lo ha expresado al decir: la razón y la equidad agradan a mi espíritu como la carne asada aromatizada agrada a mi paladar. No existe ciertamente hombre alguno insensible por naturaleza a la bondad, opuesto a la equidad, y que no tenga la menor noción de la moral pública y privada.

5) Las máximas de los confucianos tales como: Lo que ve el Cielo, nuestro pueblo lo ve naturalmente; lo que escucha el Cielo, nuestro pueblo lo escucha naturalmente. Hay que amar lo que ama el pueblo, detestar lo que el pueblo detesta, El pueblo es el esqueleto del país, El pueblo es precioso, los príncipes carecen de valor, y otros pensamientos políticos cualesquiera, no pueden perjudicar el desarrollo del gobierno democrático. Al contrario: la búsqueda de la rectitud, de la igualdad y de la paz, partiendo del individuo para extenderse a todos, avanza poco a poco para constituir la cultura política, y contribuye grandemente a corregir los vicios de la época; gracias a ella, el gobierno dejará de encontrar oposición.

Las máximas de Confucio: Aquello que se sabe, saber que se lo sabe; aquello que no se sabe, saber que no se lo sabe, y No desear nada, no ser ni autoritario, ni obstinado ni egoísta, son una guía del pensamiento para alcanzar – rechazando a la vez los procedimientos adivinatorios- el objetivo que los hombres primitivos esperaban del Cielo. Y las máximas del Maestro se adaptan al espíritu de la ciencia experimental.

Por lo que se refiere a la fabricación de objetos, los yu aconsejan proceder con seriedad, pues, como está dicho: Las producciones de buena calidad duran largo tiempo; No hacer sufrir a los trabajadores, y tratarlos con bondad.

Los yu no han expresado ningún pensamiento que pueda oponerse al desarrollo natural de las ciencias experimentales.

Toda vez que un contemporáneo lee la máxima de Mong-tsé: Cuando se conoce a fondo el propio corazón, se conoce la naturaleza y por consiguiente el Cielo, pasa por asociación de ideas del estudio de la conciencia al de la metafísica. Cualquier estudioso de las ciencias positivas encontrará en ella un auxiliar en la vía de sus descubrimientos e invenciones. Cualquiera sea el propósito de aquel que busca la razón de las cosas, observando y experimentando, el más fecundo de sus trabajos consistirá en partir del principio que establece que: Por el conocimiento profundo del corazón se conoce la naturaleza.

Buscar la razón de las cosas, observar y experimentar, todo conduce a la misma fuente; es la misma cosa con diferentes nombres, y que cabe en dos palabras: ko che (buscar). Como es natural, los métodos de investigación han progresado, y seguirán progresando en todos los dominios, pero no tanto como lo han dicho los yu bajo la dinastía de los Song.

6) Los perpetuos desordenes de las sociedades humanas tienen su fuente en la naturaleza humana.

El pensamiento de los yu, en lo que se refiere a la enseñanza cívica, constituye un sistema fundado en que la razón moral está originariamente en armonía con la naturaleza humana. Aquel que quiere ordenar el curso de las aguas empieza por seguir el orden de la naturaleza, a la vez que se prepara a moderar su avance y a encauzar sus olas y remolinos. Esta comparación puede aplicarse a la naturaleza humana en estado puro; la expansión de la individualidad y la disciplina social combinadas constituirían la armonización de aquella. También cabe aplicar esta comparación a la docilidad natural de los hombres: satisfaciendo sus deseos, se logra mantenerlos en paz.

Otra forma de la preocupación de los yu por la naturaleza humana la constituye su atención especial al problema fundamental de la cuestión social.

Mong-tsé parte de la razón innata (La conciencia), que emite juicios correctos, para decir que la naturaleza humana es buena. Sun-tsé parte del poder avasallador de las pasiones humanas para sostener que es mala. Pero ambos persiguen el mismo objetivo: tratar de conseguir, dentro de la norma de la naturaleza humana, que ésta no cese de desarrollarse elevándose, y obtener la paz del cuerpo y del espíritu por la armonía del individuo en la sociedad.

Ciertos contemporáneos estiman que las disertaciones de los yu sobre el logro de la cultura por medio del dominio de sí mismo, se aplican abusivamente al individuo y descuidan la sociedad. Pero ignoran que en esas disertaciones sobre la moral, la virtud, los ritos, la música, etc. el individuo constituye el punto de partida, pero la culminación está en la sociedad. Del mismo modo, cuando examinan la enseñanza de los yu sobre la vida, les reprochan el conceder demasiada importancia al intelecto, en detrimento del lado material de la vida. Sin embargo los yu han insistido en la necesidad de elevar y nivelar la economía del pueblo, cosa que se había descuidado.

Los adagios de los yu: Estar en paz en la pobreza y alegre en la razón, No ruborizarse de las ropas usadas ni de los alimentos groseros, constituyen fórmulas apropiadas al desarrollo espiritual del individuo, pero que no se aplican al género de vida de toda la especie humana.

El Maestro (Confucio) hablaba rara vez del lucroy La separación del lucro y la equidad constituyen igualmente fórmulas para distinguir entre las ganancias compatibles con la bondad, la equidad y la generosidad, y las ganancias puramente egoístas. Todos aquellos que examinan la ola creciente de abusos, estiman que debe darse a los hombres la posibilidad de emplear todos sus medios para que cada uno reciba, bajo el cielo, la parte que le es debida.

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