Centenario

No para repetir el pasado, sino para evitar que se repita. No para que los vivos seamos ventrílocuos de los muertos, sino para que seamos capaces de hablar con voces no condenadas al eco perpetuo de la estupidez y la desgracia.

Cuando está de veras viva, la memoria, no contempla la historia, sino que invita a hacerla. Más que en los museos, donde la pobre se aburre, está en el aire que respiramos. Y ella de este aire nos respira.

Olvidar el olvido, recordar el pasado para liberarnos de sus maldiciones, no para atar los pies del tiempo presente, sino que el presente camine libre de trampas.

Solía decirse “recordar” para decir “despertar”, y todavía la palabra se usa en ese sentido en algunos campos de América Latina.

La memoria despierta es contradictoria, como nosotros, nunca esta quieta y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene más bien vocación de catapulta, quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia, pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie.

La impunidad es hija de la “mala memoria”, bien lo han sabido las dictaduras militares que en nuestra tierra han sido.

En América Latina se han quemado cordilleras de libros. Libros culpables de contar la realidad prohibida, y libros culpables simplemente de ser libros y también montañas de documentos: militares, presidentes, frailes. Es larga la historia de las quemazones, desde que en 1562, en Yucatán, Fray Diego de Landa arrojó a las llamas los libros mayas, queriendo incendiar la memoria indígena. Por no citar más que algunas fogatas, baste recordar que en 1870, cuando los ejércitos de Argentina, Brasil y Uruguay arrasaron el Paraguay, los archivos históricos del vencido, fueron reducidos a cenizas.

Veinte años después el gobierno de Brasil quemó el papelerío que daba testimonio de tres siglos y medio de esclavitud negra.

En 1983, los militares argentinos echaron al fuego los documentos de la guerra sucia contra sus compatriotas, y en 1995 los militares guatemaltecos hicieron lo mismo.”

La historia de nuestro “micro-cosmo” chavero, es en escala regional la misma historia universal, en sus causas y consecuencias.

Hoy que me invitan a hacer mi modesto aporte, en este Primer Centenario de ésta mi ciudad natal ¿Cómo negarme? Yo, que me he pasado tanto tiempo aburriendo a mis conciudadanos, con mis retahillas de datos, recuerdos, relatos. Pero ya (cuando no) tengo una pequeña discrepancia:

¿Por qué limitar a los 100 años transcurridos nuestra historia local? Siendo que este aparentemente largísimo siglo, no representa más que un corto 1% en los 10.000 años que lleva el ser humano ocupando nuestros chaveros lares.

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