Centenario

¿Podemos desechar este rico pasado? Que es tan nuestro, tan chavero como el tango de Salgueiro.

¿Nos merecen el olvido, y no el respeto, aquellos primeros cazadores, que a orillas de nuestras lagunas, donde hoy realizamos concursos de pesca, trajeron hace diez mil años la presencia humana, cuando aún a estos campos los recorría el gliptodonte, el megaterio, el tigre dientes de sable?

¿No deberíamos estar orgullosos de ellos? Verdaderos superhombres y supermujeres. Capaces de sobrevivir en esas pampas desoladas con sólo el conocimiento y mobiliario de la Edad de Piedra, pero progresando lentamente en los largos milenios.

Porque todos los pasos de la pre-historia del mundo, también los daban ellos aquí en Chaves.

Cuando era un joven andariego, solía visitar museos y colecciones antropológicas, en distintas ciudades, algunas europeas, y comparando los utensilios pétreos, veía que los nuestros no desmerecían en nada a los universales, estaban a similar nivel técnico.

Tal vez fuera hipertrofiado localismo, pero pensaba que en técnica de armas arrojadizas, nuestra pampeana boleadora sólo era igualada por el boomerang australiano.

Todas las etapas se dieron también en nuestra tierra. Llegaron el arco y flecha, después la alfarería, la molienda de semillas, el perfeccionamiento de la vestimenta, los adornos de cobre y de plata, el tejido y la decoración, etc.

Luego entramos ya en la historia. Con la llegada de los españoles, nuestra región empieza a figurar en borrosas cartografías. Llegan el hierro, la vaca y el caballo, y nuestra gente da el salto histórico de convertirse de pueblo pedestre en raza de jinetes (entre los mejores del mundo).

Aprenden el idioma de los invasores y muchas costumbres y vicios. Pero tienen la inteligencia y la dignidad suficiente para desarrollar estrategias, negociar, aliarse, organizarse para defender su tierra y su independencia, casi hasta la llegada del ferrocarril.

Pero tampoco debemos tirar en el olvido al explorador, al agrimensor, a los cautivos, a los mestizos, criollos y gauchos, por cuya descendencia y posterior mezcla con los nuevos inmigrantes extranjeros se perpetúan entre nosotros los genes de aquellos seres, parte de la humanidad que salió de Asia, caminando siempre al naciente, y luego al sur, hasta que se encontró, tal como un perrito que se muerde la cola, con la otra parte de sus hermanos que caminó siempre al poniente, hasta que quedo frenada en las costas “Finisterre”, del Atlántico, y desarrollando la navegación lo cruzaron y al encontrarse ambos grupos, los de aquí los recibieron con ingenua hospitalidad.

Pero los de allí, pese a que ellos eran portadores de las enseñanzas del Maestro del Sermón de la Montaña, se creyeron superiores y quisieron esclavizar a estos hermanos que sólo tenían las enseñanzas de la libertad infinita de las pampas.

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