Gonzales Chaves Año 1938

en Adhesión al Centenario
Gonzales Chaves Año 1938

Gonzales Chaves Año 1938

No hace mucho tiempo quien esto relata, por motivos de vecindad, cruzaba diariamente el andén de la entonces abandonada estación del ferrocarril, y se lamentaba de su deterioro progresivo.

columnaComo aficionado a investigar el pasado, me detenía a leer en la oxidada columna que sostiene el alero (la primera, a partir de la izquierda, viniendo de la Avda. Belgrano) el escudete de fundición, con el nombre del fabricante inglés, y la ciudad de origen: “Bristol 1885”, prueba concreta de aquella primera “globalización” que encabezara el imperio británico.

En 1885 se comenzaron a fundir en Bristol los herrajes para la nueva vía del ramal Tandil – Tres Arroyos, y al otro año, 1886, estaba plantada la columna en la flamante estación de Gonzales Chaves, esperando la inauguración.

Hoy la bien cuidada y pintada estación, adolece de la misma falta de aprecio por los signos del pasado, esta vez no por abandono, sino por exceso de aseo.

Gonzales Chaves Año 1919

en Adhesión al Centenario
Gonzales Chaves Año 1919

Chata

Ch’Averias invita a los lectores a emprender un viaje, no en el espacio, sino en el tiempo.

No recorreremos ningún kilómetro, pero en cambio retrocederemos 87 años, para desembarcar en la coordenada que marca: Gonzales Chaves Año 1919.

Tomaremos claro está, algunas precauciones para no alterar el “espacio-tiempo” y no alarmar a los habitantes pueblerinos, entre no pocos de los cuales encontraremos algunos de nuestros ancestros.

Nos vestiremos con ropas (de lana o algodón) desgastadas, y con barbas y cabellos crecidos, fingiremos ser extranjeros ambulantes, buscando trabajo.

Nos corporizamos en la estación del Ferrocarril Sur. Y nos presentamos ante el jefe, don Carmelo Gómez y sus auxiliares, José Bocero y Francisco Epherra y el telegrafista don Alfredo Sforza sin que les cause sorpresa, pues es habitual la llegada de inmigrantes, finalizada la guerra europea del 1914-18.

A exhortación de don Carmelo realizan una pequeña colecta para ayudarnos, a la que también contribuye el encargado del “Expreso Villalonga”, de Concepción Merlo y Cía., los comisionistas don Antonio Tahuil y Pedro Mastrolorenzo, y los choferes de autos de alquiler don Juan Menvielle, don Serapio Tisera, Juan Olsen y Félix Cortina, que estaban aguardando el tren de pasajeros.

Centro de Jubilados y Pensionados

Si hay un ahora es porque hubo un antes:
¿Cómo nació el Centro de Jubilados y Pensionados de Adolfo Gonzales Chaves?

Fiesta del Jubilado

Fiesta del Jubilado, obsequiada por los Estibadores al sector pasivo.
Los compañeros Marino Fernández, Tito Juárez y otros, colaboran como mozos y asadores.

El punto de Partida:

La experiencia tradicional aconsejaba:
Dedicar la juventud a lograr fortuna, para pasar una vejez acomodada.
Tener muchos hijos, sobre todo hijas, para que nos asistan en la ancianidad.

La experiencia popular mostraba otro cuadro:
Muchos años trabajando, y cuando ya no se podía mas… el despido.

Con mucha suerte, la patronal, previa colecta entre el personal, le obsequiaba un reloj a “Don Juan” con tapa grabada, le agradecía los años de servicio, y le permitía volver a su lugar de trabajo cada tanto, en visita de añoranza, y para aprovechar su asesoramiento, hasta que resultaba molesta su presencia. Otros, con menos suerte, tenían que recurrir a la caridad pública o privada.

La cocina de Evita

la cocina Carusita

La cocina Carusita

 PROLOGO

Durante aquel periodo histórico de fines de los 30, todos los 40, y primeros años de los 50 del siglo pasado, en el despertar de la industria nacional, cuando talleres se convertían en pequeñas o medianas fábricas que intentaban dar abasto a la demanda de artículos del hogar, al acceder las masas obreras al poder adquisitivo que les permitía salir de la indigencia de la gran crisis pasada y del desabastecimiento debido a la guerra mundial la desocupación, los bajísimos salarios y las condiciones semifeudales de los campesinos del interior, que desde siempre vivían con una precariedad de vida increíble, se vieron quebradas por el acceso a condiciones mejores, se aumentó el consumo y se puso en marcha un círculo virtuoso de la economía.

Decenas de fábricas proveían de artefactos para hogares humildes, que empezaban a reemplazar, por ejemplo, los braseros a carbón y los calentadores aquellos clásicos “Primus” de los bulines de los viejos conventillos.

Estaban en auge las cocinitas con gasificadores de kerosene; había muchísimas marcas, entre ellas Volcán, Istilart, Simplex, etc. Pero la que fue paradigmática fue la de la fábrica Carú, la célebre “Carusita”, cuyo nombre llegó a ser sinónimo de cocinas de este tipo.

Yo no sé si Carú, el nombre de la fábrica, representaba una sigla, pero para los cientos de miles de migrantes del interior que provenían del Litoral, Chaco y del hermano Paraguay, la palabra “carú” tenía connotaciones del subyacente idioma guaraní que hacían referencia a los términos relacionados con comer, comida, cocinar, y posiblemente los preferían a otros nombres de marcas mas sofisticadas.

Recuerdo que en un encuentro de boxeo en el Luna Park, entre los célebres Prada y Gatica, los enardecidos hinchas de la Popular, siempre creativos, reemplazaron su acostumbrado grito de guerra “Dale, Mono, matalo.. Dale a la bodega” (para indicar que lo golpeara en el estómago) por el popularizado estribillo: “Dale, Mono… ¡A la carusita!”

La aspiración a reemplazar el brasero o el calentador por una “Carusita” (aunque fuera de otra marca similar) era motivo de ostentación entre vecinas rivales. Y a veces marcaban las diferencias sociopolíticas, pues también recuerdo haber oído decir despreciativamente “estos cabecitas peronistas, calefaccionados a Carusita”.

También hubo encendedores “Carusita”, pero como prólogo esto se me ha extendido mucho; disculpen lectores y vamos al grano…

Haciendo camino al andar se llegó al Bicentenario

Aquel tan promocionado “Crisol de Razas” del Centenario: ¿Ya terminó su trabajo?

¿Qué somos y hasta donde lo somos, los argentinos del Bicentenario?
De la retorta colonial, aquella gigantesca aleación, compuesta con españoles, indios y negros, se nos enseñaba que salió una primera colada de “mestizos”, “mulatos” y “zambos”.

Luego el alambique produjo una destilación secundaria de “criollos”, “morenos”, “pardos”, “tapes”, “gauderios” y “mancebos de la tierra”, de los que un corresponsal obsecuente informaba al Rey de España: “van poco a poco desvergonzándose, y aún tienen en menos a los españoles de Castilla”.

Se matizó la amalgama con una pizca de “portugos” y “macacos” (lusitanos, caboverdenses y brasileros), una tenue aspersión de “carcamanes” (franceses y francófonos) y otra pizca de “ingleses” que incluía irlandeses, galeses, escoceses, americanos del norte, y algunos suizos.

Antes de fraguar este material fue evidente que no alcanzaría para llenar el enorme contenedor y se les añadió la misma cantidad de otra mezcla.

Un conglomerado compuesto de “tanos”, “vascos” y “gallegos”, “turcos” (sirios, drusos, libaneses, kurdos, armenios, búlgaros, griegos, judíos sefardíes, y otros morenos surtidos); “rusos” (todos los eslavos, alemanes propios y del Volga, austro húngaros, judíos asquenazíes y otros rubios surtidos), “Gringos” sin especificar (daneses, otros nórdicos, holandeses, boers).

Sin saber como, accidentalmente, un ingrediente de “gitanos” de diversas procedencias, cayó en la caldera.

La receta de los hacedores del frangollo comprendía: “Todos los hombres del mundo de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino” menos “indios salvajes” y escurriendo de la mezcla, con la espumadera de la “Ley de Residencia” a anarquistas, socialistas y extranjeros de ideas avanzadas por protestones.

Tras largo hervor, en una revulsión de este magma, el interior del contenedor regurgitó “una masa alpargatera y maloliente”, un “aluvión zoológico” de “cabecitas negras” (muchos eran nietos de colonos, gringos pauperizados, más rubios tal vez que sus calificadores y algunos hasta eran calvos, pero igual eran los “pelo duro”), reforzados por “gente de los países limítrofes” y grupos indígenas de “collas” en busca de protagonismo, dignidad y derechos.

Se trató de equilibrar la mezcolanza con otra porción de europeos, refugiados de la Segunda Guerra, pero resultaron diluidos con nuevos aportes masivos de “hermanos latinoamericanos”, y llegamos a los toques finales: una incipiente corriente del Lejano Oriente, iniciada por “tintoreros japoneses”, luego vietnamitas, taiwaneses, coreanos del sur que reemplazan a los “gauchos judíos” que venden sus comercios “del Once” para irse a Israel.

Amagan venir y no concretan, franceses colonialistas de Argelia.

Ahora soviéticos y europeos orientales: los chinos continentales increscendo.

La Laguna de don Domingo Patas Largas

A raíz de un artículo que publicó el extinguido diario “El Heraldo”, el día 27-10-1990, sobre el nombre de la Laguna de Patas Largas y sobre un proyecto de parquización de la misma.

En discrepancia con la sugerencia de cambiar el nombre del tradicional topónimo, hice un pequeño trabajo y recopilación de algunos datos sobre el tema, pero no logré en aquel tiempo su publicación.

Hoy creo útil por medio de Chaverías, reciclar el tema, ya que en parte fue profético, dado que trascurridos 20 años, no sólo no se realizó el parque, sino que no se habló mas de ello.

He ahí algo para que debatan en armonía los bloques de concejales, ya que con sentido común y discreta economía, el municipio podría ir construyendo el paseo, gradualmente y a poco costo. Y al cabo de unos años se contaría con el parque y/o un vivero municipal.

Calcúlese, si en esa época, simplemente se hubiera forestado, hoy tendríamos un hermoso bosque con árboles de 20 años.

En cambio sólo es un pantano degradado, sucesor de la vieja laguna.

Chaverías se permite hacer la sugerencia, sin connotación de política partidaria alguna.

Archivos secretos 5

Un antiguo trovero local:
Don Eusebio Freidiaz

Eusebio FreidiazEntre los primeros bardos y trovadores que contó nuestro distrito, aún antes de su autonomía, se destaca por su magnitud Don Eusebio Freidíaz auténtico vate popular y payador.

Representa el enlace y la continuidad biológica de la tradición campera bonaerense; la real, no la literaria culta, con los pioneros del folclore nativo; esa heroica resistencia cultural, que bajo la imposición europeizante de la música ciudadana en la primera ola de la difusión fonográfica y luego radiofónica, casi extinguen las expresiones nativas, en esta zona de mayoría inmigrante.

Vemos a don Eusebio, en ese sentido, y tal vez sin que haya tenido plena conciencia de su gran mérito, como uno de los sostenedores del decaído y despreciado patrimonio criollo, que sobrevivía penosamente en las primeras décadas del siglo pasado y que poco a poco fueron dando la base para el resurgimiento de la música y los bailes nativos, y su auge de los años 40, 50 y 60.

Podemos considerar que en el orden regional, guardando las proporciones, jugó el honroso rol de precursor, a la altura de sus contemporáneos: un don Andrés Chazarreta, un Atahualpa Yupanqui, o un Luis Acosta García, con el que tuvo el honor de actuar juntos.

Tengo un recuerdo personal, donde lo veo, con su conjunto musical amenizando en casa de mis abuelos el casamiento de uno de mis tíos, en mi infancia de costumbres sencillas.

Mas tarde, supe ser huésped en su domicilio hospitalario, en veladas musicales, durante mi adolescencia, por mi amistad con sus hijos y junto con otros chicos aficionados a la guitarra, a los que gradualmente nos traspasaba las nativas tradiciones. Aún me parece oírlo cantar aconsejando:

“hay gente que nos desprecia
y algunos que nos veneran
pero mi pobre cabeza
hoy piensa de esta manera:
que el que nace calavera
no debe andarse guardando
como si fuera  un tesoro
¡ni debe ser onza de oro
para que todos lo quieran!”

Archivos Secretos 4

Literatura de Cordel y Un Payador Perseguido

La literatura de Cordel (de la que quizás Chaverías sea una descendiente tardía) es esa hermanita postergada de la literatura consagrada.

Cumplió durante los últimos decenios del siglo 19 y casi todos los del 20 una tarea de divulgación y docencia a su modo, entre el numeroso sector proletario, al que la escuela pública, había parcialmente alfabetizado.

En esos libritos precarios y de costo ínfimo, difundían sus conceptos ideólogos obreros más o menos anarquistas, filósofos libertarios o socialistas, los payadores, los poetas populares gauchescos precursores de lo que ahora denominamos folklóricos.

O solían ocuparse de noticias de algún raro crimen que conmovía cada tanto, de romances desdichados, diatribas contra la guerra o la carestía, de las hazañas de bandoleros románticos, de los primeros triunfos deportivos nacionales y también letras picarescas, que nunca llegaban a la pornografía, y hoy resultan patéticamente ingenuas.

Esa literatura, casi anónima, tenía un trasfondo moral y humanista precursor de avance social.

Cumplió también, una tarea de unificación cultural, en el heterogéneo conglomerado del pueblo en gestación nacional.

¿Cuántos hijos de los grin  gos inmigrantes aprendieron en chacras y conventillos, los fundamentos de las tradiciones criollas y sus formas idiomáticas, leyendo estos folletines?

¿Cuantos “paisanos crudos”, semiindígenas, se enteraron por este medio del acontecer universal, e incorporaron nuevos conceptos y expresiones de la modernidad, a su acervo nativo?

¿Cuántas niñas aprendieron las letras de románticas canciones o del tango de moda, en aquellas legendarias revistas “el alma que canta” y “el canta claro”?

¿Cuántas veces fueron estos escritos semiclandestinos, los únicos alegatos posibles de opositores políticos, o los denunciantes de prepotencias e injusticias institucionalizadas?

Archivos Secretos 3

Una película Perfumada

Tarzán con aroma silvestre y sonetos cultos de Berho

No, ya sé que se ha logrado transmitir aromas, simultáneamente a las imágenes, en la TV de vanguardia.

Pero… no, no es a esto a lo que pienso aludir, porque en el Cine-Teatro “Coliseo”, de nuestro viejo Chaves, allá por el cuarenta y tantos, no habíamos alcanzado esta tecnología, pero… casi, casi.

Jueves, función de Ronda, a las 18 horas. ¡Tarzán de los Monos!
¿Quién se la perdía, entre el público de 10 a 14 años?

Desafortunadamente, habíamos invertido ya nuestras finanzas en otras opciones atrayentes (revista Patoruzú, figuritas “Starosta”, cuerdas para la guitarra de Emilito, etc.).

Así que, siendo las 13 horas, decidimos acudir a la generosa naturaleza pampeana, que nos proveería los medios para pagar las entradas.

Emilito (Emilio Accornero)
Beto (Norberto Furlani)
Osvaldo (futuro autor de Chaverias)

Salimos por el aún novedoso pavimento de la avenida Necochea (Actual San Martín) en dirección al Matadero Municipal.

El propósito era llegar a los campos cercanos, donde hoy está la estación de alta tensión que entonces era “el monte de Lagar” y la “Laguna de Mitre”, por el repecho de “las cuatro esquinas”.

Ibamos de cacería, ilusionados que con las pieles que acopiaríamos, solventaríamos las entradas del cine.

Una honda gomera, una boleadora de alambre, y el rifle de aire comprimido que su padrino, don Atilio Renzi (el mondonguero) le había regalado a Emilito, mas los sendos cuchillos, que como buenos camperos, portábamos, eran nuestro arsenal.

Pero, entre que “a un zorro le pegamos en la cola”, una liebre “se nos escapó pero le hicimos volar la felpa”, y al hurón, cuyos descendientes todavía viven en la barranquita del camino a las cuatro esquinas “casi lo cazamos”, se hizo prudente pegar la vuelta.

Archivos secretos 2

De mi archivo secreto:

Chaverias es sólo una recopilación de observaciones, recuerdos, documentos, tradiciones orales, históricas unas, simples mitos otras.

También anécdotas que varían con cada narrador y que todos los chaveros conocemos, pero nos gusta contarlas, escucharlas, modificarlas, una y otra vez.

En síntesis, es un intento de aportar a la cultura (en el sentido antropológico) que fue formándose (o que formamos) en el transcurrir de un pequeño grupo humano que se estableció, o pasó por este retazo bonaerense de pampa.

Los que por alguna causa hemos convivido en otros diversos pueblos y campos de nuestra patria y países hermanos, no nos sorprendemos que refranes, cuentos y chistes chaveros se los adjudiquen como propios, cambiando el nombre de los personajes.

Doy ejemplos: “es más fácil que robarle los chorizos a… XX”

O que digan que el caso de aquel policía que creyó su deber subir al escenario del circo a ayudarles a pelear con Juan Moreira a los cómicos que representaban la obra, fue en su localidad.

Pero nosotros sabemos bien que esto sucedió en Chaves, y “ellos se copian de nosotros”.